En los últimos 30 años la población mexicana se ha duplicado. Sin embargo, la superficie del tejido urbano de nuestras ciudades creció seis veces. Con esto hemos provocado que la expansión del tejido urbano sea cada vez más lejana, más dispersa y más desconectada de los centros urbanos.
En este nuevo urbanismo encontramos que la calle es el espacio público más importante y es el que condiciona la forma en cómo habitamos la ciudad. La mayoría de los problemas urbanos son causados por estándares institucionales mal planeados, es decir, normativas gubernamentales con falta de conciencia y acción por parte de la autoridad, “ceguera” de los temas urbanos dentro de las instituciones, mala coordinación territorial e interinstitucional, políticas urbanas no integradas con el plan de desarrollo urbano, falta de freno a la especulación del suelo urbano y porque no existe una legislación efectiva para el cumplimiento de las propuestas urbanas.
El modelo actual está plagado de consecuencias negativas que son necesarias y ¡urgentes! de cambiar, pero ¿Qué necesitamos?
En primer lugar, cambiar el paradigma a través de la correcta evolución normativa, institucional, programática y presupuestal necesaria para que las ciudades cambien del patrón de crecimiento actual hacia un modelo que prioriza el desarrollo intraurbano, denso, compacto y equitativo (legislatura Querétaro).
Necesitamos priorizar el espacio público resiliente, un lugar de la ciudad que se transforme con el tiempo física y socialmente. Se necesita reconocer la importancia de los espacios públicos, implementando criterios básicos para su ubicación con normas de diseño mínimas para su precisa planeación.
A causa de lo anterior, las estrategias tempranas de espacio público se deberán enfocar en ampliar, cualificar y naturalizar las redes viarias, tanto vehiculares como peatonales, y de espacios libres para mejorar la calidad ambiental y de la vida diaria de nuestras comunidades.
Suena fácil, pero es todo lo contrario. Hay un enorme “muro” que atravesar llamado gobierno, corrupción y voluntad. Lo único que queda es ser propositivo, porque si esperamos a que nuestros gobernantes hagan todo, eso jamás va a pasar, mejor trabajemos desde nuestra trinchera.