Jojutla. “Cada de que acaba mi turno de 24 por 40, deseo regresar a mi casa para abrazar a mi niña de cinco años y estar con mi familia, pero no siempre quise volver a casa una vez que acababa mi turno”, dice Silvia Mendoza Ortiz, técnico en urgencias médicas en la Cruz Roja Mexicana (Delegación Jojutla) desde hace más de cinco años:
“Durante los inicios de la pandemia por coronavirus no quería regresar por temor a contagiar a mi hija y a mi familia, entonces lo pensaba. Por fortuna nadie se contagió, sólo yo tuve covid-19, y eso era algo que esperaba, no lo quería pero lo esperaba porque somos personas que estamos en contacto inmediato con posibles infectados, y aunque aplicamos protocolos hay un riesgo”.
Silvia tiene 33 años, es originaria de Tehuixtla, con capacitaciones en rescate y atención pre hospitalaria y es una de las socorristas de más experiencia de la Cruz Roja en Jojutla, de acuerdo con la foordinadora de Socorro de la Cruz Roja en Jojutla, Kenia Arellano Santana.
Tener una hija pequeña podría ser una desventaja para realizar actividades en las que se arriesga la vida, por el temor a dejar en el desamparo a la menor, sin embargo, Silvia lo ve desde otro ángulo:
“Siempre he valorado la vida, creo que es una bendición. Desde que tengo a mi hija sé que debo de tenerle más valor a la vida para cuidarme, porque de mi depende mi hija y sé que tengo mucho que enseñarle, tengo que estar bien por ella y para ella. Tener a mi niña me ha permitido sensibilizarme más y pongo todavía más cuidado en mi trabajo y en lo que hago, porque estoy protegiendo o resguardando una vida cuando acudimos a algún llamado, y además protejo mi vida y con eso aseguro que mi hija me tenga a mí para amarla”.
También dijo que a pesar de vivir casi todos los días situaciones de peligro no pierde el miedo. Éste es parte de lo humano, del instinto de conservación, el miedo los mantiene vivos y los obliga a realizar las cosas bien.
“Cuando vamos a un servicio llevamos la idea de que alguien, en algún lugar, está esperando a esas personas que vamos a atender y que están enfermas o resultaron lesionadas en algún accidente:
“Recuerdo un servicio, fue en la autopista. Una ciclista muy joven fue atropellada tenia y tenía múltiples facturas y trauma de cráneo. La atendimos. Durante el traslado llevaba mucha sangre en la boca, la aspiramos. Le aplicamos todo el tratamiento que estaba en ese momento en nuestras manos y la entregamos con una mejor expectativa de vida a los médicos de un hospital. Después de un tiempo me dijeron que si me acordaba de esa paciente, y me enteré que era muy probable que pudiera volver a andar en bici”.
Hay, también, hechos que no terminan de asombrar:
“En una ocasión nos reportaron personas heridas por arma de fuego dentro de un domicilio. Al llegar al lugar y con el debido cuidado de no alterar la escena ingresé a una casa y vi a tres personas: un hombre adulto, una mujer adulta y un niño como de tres añitos. Todos presentaban heridas por proyectil de arma de fuego. Checamos signos y ya no tenían: no pudimos hacer ya nada. Sentí una gran impotencia, coraje, enojo, una combinación de sentimientos. No entendía que maldad pudo haber hecho un niño tan pequeño como para que le hicieran eso. De regreso a la base, durante todo el camino mi compañero y yo guardamos silencio”.
Durante el sismo del 19 de septiembre de 2017 Silvia recuerda que estaba de turno y vio cómo cayeron varias construcciones de la zona centro de la cabecera municipal, donde se encontraba la Cruz Roja:
“No pasaron ni diez minutos cuando comenzaron a llegar lesionados a la base. Yo tenía miedo intenté comunicarme con mi mamá para saber cómo estaban. En ese entonces mi hija tenía un añito. Las llamadas no salían y no tenía forma de saber cómo estaba mi familia. Traté de mentalizarme que todo estaba bien en casa y continúe auxiliando a las personas que llegaban, algunas con golpes o con fracturas o nada más con crisis nerviosas. A los pocos minutos varios hombres llegaron con un niño de uno o dos añitos. Lo habían sacado de entre los escombros, el niño no llevaba pulso; entonces el médico inició maniobras de RCP. Yo comencé a ventilarlo. Le dije al médico que por más que rectificaba la posición no pasaba el aire, entonces, él le hizo una laringoscopia y dijo que la vía aérea del pequeño estaba totalmente obstruida con tierra, entonces, suspendió el RCP. En ese instante no pude evitar volver a sentir miedo por no saber de mi hija. Por fin puede recibir un mensaje de mi hermano, en donde me decía que mi mamá y mi hija estaban bien, que no me preocupara, fue un enorme alivio para mí después de ver todo lo que estaba pasando. Para mí ese día todo fue impactante: las casas caídas, los hospitales evacuados y saturados, médicos y enfermeras atendiendo en los estacionamientos”.
Hay días, para Silvia, relajados. Como cuando fueron a dejar juguetes al albergue cañero Emiliano Zapata de Tlaltizapán, conocido como “las galeras”. Allí varias decenas de niños se amontonaron como abejas para recibir un obsequio por el día del Niño, de parte de las damas voluntarias de ese municipio.
Los días de trabajo, después de recibir la bendición de su mamá, Silvia se despide de su niña, le habla para que se quede tranquila, y le promete que, siempre, volverá al día siguiente.
De acuerdo con el coordinador estatal de la Cruz Roja, José Luis Alquicira Solís, en la Cruz Roja Mexicana delegación Morelos se trabaja con la NOM-035, que promueve un entorno organizacional favorable en los centros de trabajo, y que remite al reconocimiento de la dignidad e igualdad de las personas, esto es, existe igualdad de oportunidades para mujeres y para hombres, y Silvia ha demostrado que ser una mujer socorrista no representa desventaja: no tiene la misma fuerza que un hombre pero, si se aplican las técnicas correctas, los resultados serán los esperados.