Esta polémica relación tiene aristas interesantes. En primer lugar, al escritor le interesa la academia aunque no lo sepa y viceversa. Aunque quizás, más bien, esta última necesita de aquel. Veamos. Esto será una digresión, así que a ver qué tal sale.
Primero: la academia existe gracias a personas como los escritores. ¿Cuál academia? Pues en general, pero lo mismo en particular. O sea, así, pues: el Universo Académico a la vez que su propia academia. Pero no hay una Academia de Escritores, señor Zetina. Cierto, cuando menos no en Mexicolandia; luego entonces, como dicen por ahí, la academia propia de estos seres extraños, cuando no excéntricos o de plano estrafalarios, es, obviamente, la Academia de la Lengua.
Digo, las academias deberían, o cuando menos podrían interesarle de veras a quien escribe. Porque resulta que de ellas emana una gran cantidad de información (fechas, datos, investigaciones, libros, papers, artículos, revistas, escuelas, institutos, becas, bibliotecas, archivos, genios, premios, posgrados, proyectos…) en fin. ¿Verdad que sí nos interesan las academias, muchachos?
La Academia Mexicana de la Lengua es una cosa extraña. Parece una roca sólida y confiable, debe serlo, aunque también se ve, medio de lejos, como un añejo club de señores, todos engalanados y serios, distantes, guapos quizás algunos, los menos, pero eso sí, todos con mirada de que saben algo.
Y, de hecho, sí, los académicos (de cualquier tipo) de esta Academia Mexicana son cultos, saben cosas, muchas, de diversos temas. No lo digo porque los conozca yo en persona (dios los libre), sino por lo que de ellos sé (yo también comienzo a saber cosas). Han publicado, todos los ellos y las ellas miembros durante décadas, incluso hay quien comenzara a escribir lustros antes de que yo naciera (y ya no soy un bebé).
“Por sus obras los conoceréis” suena en mi mente como un anacrónico recuerdo, ignoro de cuándo o dónde. Si juntáramos, e.g., la obra de los académicos mexicanos de la lengua (nacidos aquí o fuera de las fronteras) haríamos una tremenda biblioteca. ¿Habrá algo así ya? Ojalá. El punto es que ellos han generado, escrito, publicado, reproducido y difundido un gran conocimiento. Y eso, cuando menos a mí, me parece muy interesante.
¿La Academia necesita de mí? Obviamente. Y no salgamos con falsas modestias. El mundo, el Universo entero necesita de mí, de ti, de ella, de todos. Porque somos una gran comunidad de humanos apestosos pero útiles. Así que asumamos lo que nos toca: las academias nos necesitan y nosotros a ellas. Es mutuo, aceptémoslo y hagamos que ocurra la magia.
Ya en serio, no sirve de nada pelear. A final de cuentas, los escritores somos artistas, no académicos y los académicos (la mayoría) son o estudiosos o seres multidisciplinarios de lo más extraño. Seamos amigos y trabajemos por el bien de la patria.