Las sensaciones son lo que sentimos cotidianamente, no de forma profunda, sino momentáneamente. Los artistas somos sensibles a ellas de una forma curiosa, con intensidad. Las percibimos con los sentidos, que, en principio son cinco: vista, olfato, tacto, gusto y oído, pero puede comprenderse que también sentimos con la intuición, entendida no como un sexto sentido, sino como una guía que tenemos todos para percibir la realidad o los fenómenos de la misma.
Un aire vespertino, el canto de las aves, la lluvia cuando cae en nuestro cuerpo, el olor a hierba húmeda, el sabor de un helado: las sensaciones están por todas partes.
Una vez le dije a un amigo, hablando de mi sensibilidad como persona, que yo sentía las cosas con esa intensidad y mi mejor ejemplo fue decirle: “Imagina que sientes todo en tu vida como si estuvieras enamorado las veinticuatro horas del día”. Me comentó que aquello debía de ser muy cansado, porque él (digamos una persona normal) no tenía esa capacidad (me pregunté si no se trataba de una especie de discapacidad) y que el solo pensar en percibir el mundo de modo tan tremendo sería caótico y cansado.
En efecto, es cansado percibir así, recibir los estímulos externos con esta gracia, pero que por lo general los artistas no tenemos otra opción más que afrontarlo. Y es caótico a veces, sí, porque antes de crear, los escritores sentimos, incluso de forma abrumadora, lo que existe a nuestro alrededor.
No es en sí gracioso, pero alguna ventaja tiene. Por momentos me he cuestionado si no soy solo un exagerado y un dramático por sentir así las sensaciones y dejarme afectar por ellas, y lo soy, te lo aseguro, pero, insisto, mi mundo es así, aunque no me quede solo en eso.
Hacer algo con esta condición es necesario y mi mejor manera de filtrar tanta cosa es haciendo arte, creando, escribiendo. Y entonces ocurre una magia que no necesariamente puedo explicar. Porque la realidad está ahí, mi percepción es así y a pesar de que he logrado regular esto aún ocurre cada día, pero si soy capaz de sublimarlo a través del lenguaje entonces sí estoy logrando un cambio o cuando menos un beneficio con mi ser.
Creo que es imposible no sentir, solo que, retomo el punto, conviene regular la forma en que se siente. ¿Cómo? Por medio de la práctica de ser consciente de lo que siento y lo que hago con ello. Además, hay que tomar en cuenta que no solo se siente de forma superficial, sino que las sensaciones provocan muchas veces emociones y sentimientos más profundos. Por ejemplo, el olor cuando escampa me recuerda de inmediato diferentes ciudades y momentos de mi vida, no todos placenteros.
Regular, decía, lo que percibo, es ardua pero necesaria labor, para no ser solo un infante social, pero tampoco llegando al extremo de no sentir o de negar las sensaciones, sino intentando equilibrar cada día el asunto para vivir mejor. Se puede, claro, en alguna medida (la de cada quien), pero a veces también las cosas fluyen hasta que se desbordan y eso también está bien, como cuando me enamoré y tomé decisiones interesantes con resultados exitosos, digamos.
¿Ya dije que conviene ir a terapia? Lo repito porque eso me ha ayudado en la búsqueda de mi equilibrio. He logrado comprender que soy así y que no hay nada malo en ello, solo que conviene hacer ajustes, para ser mejor persona y también mejor escritor.
Por su parte, el acto de escribir implica dejar fluir casi libremente un cúmulo de sensaciones, emociones y sentimientos. Ahí todo es posible si además lo enfocamos en la palabra, porque el lenguaje permite sublimar una realidad que no siempre se alcanza a entender, pero que gracias a la palabra podemos acomodar mejor.
Y es que el orden y la estructura de la escritura no permite que se vayan tantos errores como en la vida propia. En la organización de un texto, con su género y sus características específicas hay toda una riqueza que permite la sanadora y liberadora catarsis que me deja en calma para seguir viviendo. Gracias.
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