Las condiciones en las que vivía no eran las esperadas: no tenía víveres suficientes, tomaba mucho café, pasaba todo el día con el traje de neopreno puesto y no sacaba la nariz de sus bitácoras y laptop. Apenas atendió a sus hermanas entre inmersiones. Algunos de sus estudiantes la visitaron para entregar trabajos atrasados y fue allí, platicando con ellos, que supieron de la gravedad del asunto. Su trabajo en la universidad pendía de un hilo. Muchos creían que estaba perdiendo la razón. Los argumentos con los que enseñaba eran contrarios a la ciencia, pero la escuela la seguía conservando porque su trabajo con los delfines era maravilloso. Nunca antes habían visto una interacción igual: “Y eso que nada más vemos lo que ocurre en la superficie cuando salimos de prácticas. Sabe dios qué cosas magníficas ocurren allá abajo cuando está sola con ellos. Aún no nos lo ha querido mostrar” dijo uno de sus alumnos.
Nunca pensé que la situación de Jessy fuera tan delicada. Comencé a enviarle dinero regularmente, nunca lo agradeció, y tampoco lo rechazó. Durante meses planeé ir a verla, pero siempre ocurría algo que me lo impedía. Jessy percibió la urgencia en las cartas y evitó mi visita.
Papá:
Estoy bien, ya imagino lo que te dijeron mis hermanas. Pero la verdad, las condiciones en las que me vieron son lo justo y necesario.
No encuentro la forma de pasar más tiempo sumergida. He logrado mucho. Ahora grabo mi voz ajustando la frecuencia para poder transmitirla en el agua. Usamos el cuerpo entero como símbolo acompañado de sonidos, incluso de burbujas. Amy y Suny, son las hembras con las que mejor me relaciono. Algunos delfines me hablan de otras cosas; lo digo así porque sus movimientos son particulares. Estoy tan emocionada que me olvido de comer.
Cuando por fin se conozca lo que los delfines tienen que decir, el mundo cambiará, estoy segura.
Sirena
Jessy, no le daba importancia a mi inquietud, y en cuanto podía cambiaba el tema. Podía ser muy drástica y determinante al proponerse algo, coincidiendo con lo que sus hermanas me describieron. Me alegré mucho por ella y dejé que manejara sus asuntos sin preocuparme más.
Después de esa visita pasaron años, tres para ser exacto. Las cartas fueron esporádicas, pero no faltaban en ellas notas de hallazgos importantes en su trabajo.
Un día recibí un correo electrónico de Jessy. Me alarmé automáticamente porque eso significaba sólo dos cosas, que algo muy bueno o muy malo había pasado. Para mi buena suerte se trataba del primer caso.
Papá:
Llegó ayer la cosa más hermosa del universo a mis manos: una misiva de la Institución Oceanográfica de Woods Hole notificando que tienen un convenio con The Bottle Nose Dolphin Research Institute, para financiar un proyecto de investigación sobre cetáceos durante 20 años. ¡Y estoy dentro de los investigadores considerados!
No quiero cantar victoria, pero el mar ya me lo había dicho; que algo muy valioso llegaría a nuestras vidas. Lo voy a ganar por el bien de mi familia.
Sirena
Era obvio que cuando hablaba de su familia no se refería a nosotros los que estamos sobre la tierra de la península. Intenté que disminuyeran sus expectativas. El que otorguen esas becas involucra muchas situaciones, por ejemplo, intereses políticos y hasta personales de los directores. Yo mismo lo he experimentado en carne propia, muchos de los factores salen de nuestras manos en esa situación.
Se notaba el entusiasmo en sus consecuentes cartas. Me contó que enviaron al Doctor Allen Scott London, como su calificador. Yo ya había escuchado de él. Supe que a su corta edad alcanzó varios grados y reconocimientos; apenas era cinco años mayor que Jessy. También me contó algo que visualicé de inmediato como el primer problema: Jessy no podía presentar la evidencia del trabajo sola, aunque sola lo hubiera hecho. Tenía que acogerla un organismo, y la universidad se había ofrecido. Era claro que era una buena oportunidad para ellos y seguro lo veían como una forma de ser premiados por soportar las excentricidades de mi hija. Enviaron a Madeleine, la directora de la academia, para estar presente cada que Allen se entrevistaba con Jessy.
Después de una semana de esa última novedad, a las tres de la mañana, Jessy me llamó por teléfono:
─ ¡Papá tengo que pagarlo! ¡El mar da mucho, pero siempre reclama algo a cambio! ¡Estoy conociendo su rostro más siniestro!
─ ¿Jessy, estás bien? ─pregunté desorientado.
─ ¡No, papá, no estoy bien! Tuve que darle mi voz. La voz es mi hilo de plata a las profundidades. Por la boca se me ha salido el espíritu, lo puse todo en este trabajo. Es la llave que abre las puertas a mejores condiciones de vida para mis hermanos. Lo he perdido.
─ ¿Hablas de tus grabaciones?
─ ¡No!
─Jessy, por favor ve más despacio, no comprendo.
─¡Sólo muda puedo estar presente, sólo así se hará realidad! ¿Por qué me lo habrá hecho? ¿Por qué me hiciste esto, mar? ¿Qué hice mal? Ayúdame a entender. ¡No, no puede ser! ¡Me quiero morir! Papá, voy a perder el proyecto.
CONTINUARÁ…
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