El aire huele a humedad, la luz a mi alrededor es gris y triste. Por ratos el silencio es profundamente largo. El sonido del agua cae a gotas desde algún sitio que no encuentro y se vuelve la medida de la vida. Mi perro dormita a lado de mí contagiado de niebla. La noche está descendiendo. El frío se sube a la cama a torcerme los huesos. Trato de dormir, pero el dolor me levanta los parpados, quema mi rostro, deshace el sueño. Hay pensamientos que crecen y no caben junto con sus malas intenciones en mi cabeza. Enredarme y desenredarme en las cobijas no alcanza para ahuyentarlos.
Hay un tenue destello dentro de mí que hoy se apaga. Muere como muchas otras luminiscencias en el mundo. Apenas me percato que me extingo. Los gallos gritan su canción tenebrosa espacialmente para mis oídos. Mi alma hoy quiso estar inmóvil. No quiere comer, escuchar, hablar o ver. Nada quiere hacer, ni en nadie pensar.
El deseo de este día sólo alcanza para poder vestirme de mariposa negra. Polilla hada de la oscuridad tortuosa. No abriré la sonrisa, ni puertas, ni ventanas. Decido mutar, revolotear torpemente el baile de la muerte en la habitación. Decido vigilar al tiempo desde la esquina más oscura. Ser espíritu de difunto atrapado. Insecto sedoso de fantasmas. Hoy no puedo hacer más por mí.
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