Fue rutero, pero dejó ese trabajo por una parálisis facial.
Al no poder recuperar parte de la herencia que su esposa dejó, Irineo Gutiérrez empezó a trabajar como chofer de taxi; sin embargo, asegura que en ocasiones tiene que esperar hasta tres horas para realizar un servicio, por lo que a veces no se lleva ni un peso a su bolsa.
Irineo refiere que laboró por más de 30 años como operador del transporte público y por el año 2000 dejó el volante tras sufrir una parálisis facial, la cual -sospecha- fue provocada por la carga de estrés con la que trabajaba en la “ruta”.
Para curarse -dijo- acudió con un especialista, que le recomendó terapias, pero no mejoró al 100 por ciento, por lo que se vio obligado a dejar el volante y junto con su esposa abrieron varios negocios para poder solventar los gastos de su casa.
Sin embargo, años más tarde su esposa enfermó y falleció.
Aunque en vida acordaron que se quedaría por lo menos con una camioneta y uno de sus negocios, sus hijos adoptivos se quedaron con todo, asegura.
“Los muchachos me dijeron ‘no te dejó nada, pero te vamos a dejar los cuartos para que los rentes’. En vida el trato era otro, pero ya no quiero pelear y mejor empecé a trabajar en el taxi, solo que a veces no me llevo ni un peso porque siempre primero entrego la cuenta y compro la gasolina y si sobra es para mí”.
Dijo que en ocasiones tiene que esperar hasta tres horas en la base para poder realizar un viaje. Además, cuando empieza a oscurecer deja de trabajar, porque le falla la vista.
“Yo digo que aunque me quede sin comer pero tengo que cumplir con el patrón, por eso a veces no me llevo ni un peso; gracias a Dios tengo trabajo y aquí seguiré hasta que Dios lo permita”.