Hoy un personaje se me subió a la carne mientras dormía. Me cubrió de escalofríos y me recordó que en algún sueño lejano su esencia dijo que no vendría hasta que se le diera la gana. Llegó a media noche. Jaló mis parpados. Se metió entre mis pestañas. Me repiqueteó en los ojos como si fuera luz que duele.
Yo he anhelado luz esclarecedora desde hace más de tres años; desde que inicié este dichoso proyecto literario familiar. Me quedé atascada sin poder resolver la manera de seguir. Siempre con la conciencia de que le hacía falta algo para que terminara de cuajar. Intenté iluminarme a mí misma con fuegos forzados de artificio sacando ideas debajo de las piedras, pero ninguna me convenció. Después me rendí a la falta de ingenio.
Creo que algunos personajes se esconden de nosotros, o tal vez es que aún no nos han encontrado. Creo que los escritores hacemos un llamado a la inspiración, sin embargo, la mayoría de las veces no obtenemos nada o no lo que deseamos. También creo que algunos personajes llegan para hacernos daño, aunque no necesariamente hagan lo mismo con nuestra obra. Se dice que el escritor les da vida y luego ellos, ya encarrilados, siguen su propio camino sin depender en absoluto de nosotros. Estoy segura de que en algunas ocasiones si sucede así, pero en otras se nacen ellos mismos.
En este advenimiento he tenido la certeza que el personaje se nutre de mis desdichas, pensamientos negativos y de uno que otro mal sueño. Extrae materia de las noches aterradoras, de mis desvelos y de las tormentas que hacen retumbar mi casa y esqueleto. Sé que olfateó su lugar desde atrás de la tinta de esta historia que estoy gestando tiempo atrás sin poder unificar y eso porque precisamente faltaba ella. Digo que es ella, y lo sé. Por fin me ha dejado escuchar su vocecilla agujereando mi cerebro con sus maldiciones. Me hacen tener miedo de mi propia vida
Astutamente se fue entretejiendo en las líneas de lecturas ajenas al género literario al que pertenece mi bloqueo. Aseguró su presencia con una telaraña desde las palabras de Mónica Ojeda, de Guadalupe Dueñas, de Virginia Higa, Jack London y Truman Capote. También de algunos autores de los cuales su nombre ya no recuerdo, pero si algunas de sus frases. Construyó su habitáculo desde las casas de mis recuerdos y páginas de teorías arquitectónicas como las de Juhani Pallasmaa, José Villagrán García, Aldo Rossi y Gastón Bachelard. Sin temor a equivocarme estoy segura que tiene como compañero a un nahual del cual leí en algún libro de leyendas.
Ella está iluminando con luz negra esos huecos que mi inteligencia no alcanzó a rellenar. Está aquí para terminar de darle sentido a lo que me dejaba incompleta. Esa historia que es un panal desorganizado en mi cabeza, la que estuve escribiendo para su arribo. Poco a poco se termina de formar su cuerpo y personalidad con ideas de mí, con partes de mí, sin importarle que me aterren sus objetivos y su invasión parasitaria.
Me despertó a la realidad de golpe con el hielo liquido de su humor sobre mi piel en un tiempo que había dejado descansar esas letras tan suyas salidas de mi mano. Su destino se está resolviendo bajo el influjo de su magnetismo neblinoso en las páginas que tengo ya escritas. Los borradores se reacomodan y revuelven a su conveniencia.
Tengan mucho cuidado cuando comiencen a escribir desaforadamente una historia que no tienen ni idea de donde se sujeta. Una de estilo autómata y que parezca ser dictada exclusivamente para su oído por alguien invisible, porque les aseguro que así es y también les aseguro que no todas las musas son benevolentes y llegan con buenas intenciones. Eso sí, tal vez le den una magnifica conclusión a sus proyectos, pero les advierto que puede ser a un alto precio.
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