Sociedad

El escritor y la comida


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El escritor y la comida
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Tengo paladar universal. Ignoro por qué. Es una de esas cosas para disfrutar a plenitud. Puedo comer de todo y nada me desagrada, quizás no me encanta alguna comida, pero no la desprecio. Soy el sueño de una mamá socialité, me comería cualquier cosa sin importar la casa a la que vaya. Puedes invitarme, no te despreciaré.

Pruebo cualquier materia prima: verduras, frutas, carnes, bichos, aliños, conservas y las bebidas más exóticas. Alguna vez hice un catálogo de frutas, verduras y legumbres que he consumido, lo dejé porque me aburrió. Anhelo ir por el mundo probando alimentos, solo cuidando mi digestión, tratando de no abusar de porciones, condimentos o de la variedad en un solo día.

Comer de todo no significa que no tenga preferencias, puedo ser selectivo, solo que mi campo de acción es extenso, quizás infinito, aunque no es burdo. Prefiero lo que está bien preparado, presentado de forma linda y que excita mis sentidos, no solo mi boca. Si una comida tiene historia, la disfruto aún más.

Solo hasta una edad avanzada me di cuenta de esto y me emocionó. Siempre comí de todo, pero ya poniendo el énfasis en la vastedad de lo que podría llamar todo, comprendí que mis posibilidades eran/son ilimitadas.

Una serie de acontecimientos fortalecieron esta condición: primero, mi abuela paterna hacía magia en su gran cocina, preparando, por ejemplo, mole desde cero, acompañada con costales de cacao, maíz, semillas y especies. No me dejaba tocar nada, solo a veces me ponía a partir cualquier cosa para entretenerme, mientras dejaba diversos platos frente a mí, que despertaban mis papilas gustativas y alentaban mi glotonería.

Convivimos por años y me enseñó de todo, especialmente de la vida. Fue mi tabla de salvación en los años aciagos de la adolescencia. De su comida aprendí mucho y comprendí que la cocina es alimento, amor, pasión, técnica, conocimiento, espiritualidad.

Era originaria de un pueblito en Guerrero, donde la comida es un eje social y donde se cocina el mejor pozole del mundo, como el de mi tía Vito, que hasta en la televisión ha salido. La cocina guerrerense es Patrimonio del Universo y si usted no lo sabe, pobre, su paladar no es experto. Igual la morelense, es una delicia espectacular, claro. Y la chilanga, igual.

A los 25 años conocí la cosmovisión culinaria de Confucio, me fascinó por lo antiguo del pensamiento, lo lejano del maestro y lo actual que puede ser. Tras ahondar en mi estudio autodidacta de la comida, y una práctica cotidiana más profunda de la cocción de alimentos, mexicanicé los ideales confucionistas y así me alimenté por tres lustros, mismos que di de comer a mi hija, mientras crecía (crecíamos).

Volviendo a la gula: siempre me gusta probar platillos, pero no solo los tradicionales, también los domésticos, aquellos elaborados en cierta casa, de determinada forma, combinando productos de lo más variados, con recetas sencillas o sorprendentes. Me fascina probar cosas nuevas.

La comida es cultura, pero no me pondré intelectual y aburrido: es cultura porque es cotidiana, es popular, está activa y representa una serie de valores, herencias y costumbres, ancestrales o recientes, que expresan la personalidad de un pueblo. Cada región proyecta sus vicios y virtudes con la comida, y en México somos especialistas en sorprender a propios y a extraños.

He probado lo que he podido, aún me falta harto, nomás con lo mexicano pasaría un milenio descubriendo texturas, sabores y olores. Haré lo que pueda. Iré por el mundo probando lo que me salga al paso. No todo es rico, hay comidas desagradables, pero igual vale la pena probar, por ahí puede haber algún descubrimiento cósmico.

Hoy cocino mucho menos, pero sigo degustando, más por capricho que con alguna dirección. Un concepto mexicano me justifica: el antojito. Comemos lo que se nos da la gana, no porque lo necesitamos, porque se nos antojó. Así, podemos ir a las regiones más originales y locas de la comida, subir al cielo o bajar al infierno. Todo es posible. Agradezco a dios (que no necesita existir) por mi paladar universal, una variable más de mi egolatría y mi petulancia, obvio. Ya ahondaré más en el tema. Buen provecho.

#danielzetina #unescritorenproblemas #elescritorylacomida

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Daniel Zetina

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