Admite que la presión por el tráfico estresa a los choferes.
En su día a día como operador del transporte público, Juan Álvarez Peña afirma que se ha encontrado con todo tipo de personas, desde los que agradecen hasta los que se suben a la unidad sin pagar por el servicio.
Algunas personas -dijo- son honestas y piden un “raite” (viajar gratis) porque no cuentan con los recursos para pagar el viaje; sin embargo, hay otros mañosos que aprovechan y se esconden entre la multitud para no ser vistos por el conductor de la unidad.
“Hay personas que van caminando y nos dicen ‘no traigo para el pasaje, me da raite’ y siempre les digo que sí, pero también hay otros que ya se les hizo costumbre y se suben sin pagar; yo me quedo callado porque no los quiero evidenciar”.
Juan ingresó al gremio en 1993 pero años más tarde emigró a los Estados Unidos en busca del sueño americano. Sin embargo, regresó y retomó su labor en la “ruta”, donde se mantiene en la actualidad.
Reconoce que el volante implica un desgaste mental, pues trabajan bajo presión por más de ocho horas, pero asegura que le gusta este oficio porque le ha permitido mantener a su familia.
“Es estresante porque llevan tiempo que se debe respetar para no pagar minutos ‘quemados’ que en ocasiones son de 10, 20 y hasta 50 pesos. Por eso a veces la gente piensa que estamos de mal humor, pero les pido que nos entiendan porque no es lo mismo ser pasajero que manejar un camión”, expresó.
De manera personal -refirió- evita correr con la combi porque lo que menos quiere es involucrarse en un accidente.
Comentó que por la pandemia se vio obligado a dejar el volante durante seis meses, debido a que en ocasiones con mucho esfuerzo juntaba el dinero para entregar la cuenta. Para hacer frente a los gastos del hogar trabajó de albañil y de electricista.