“Me pongo en las manos de Dios para que me dé el pan de cada día. Todos los días pido que se haga su voluntad y afortunadamente nunca he llegado a la casa sin un peso”, expresó Pedro Juan, quien trabaja desde hace 15 años como chofer de taxi.
El entrevistado narró que durante la emergencia sanitaria sus ingresos económicos disminuyeron, pero asegura que Dios no lo abandona, pues todos los días llega a su casa con al menos 200 pesos.
Si bien la demanda en el servicio bajó por el confinamiento, el trabajador del volante señala que encomendarse al creador le ha funcionado y afortunadamente siempre tiene clientes.
Pedro asegura que en su actividad diaria se ha encontrado con todo tipo de personas, desde los que son amables hasta los que intentan agredir. A estos últimos, indicó, les ha pedido bajar de la unidad para evitar entrar en conflicto.
“En mi trabajo no quiero a personas con pensamientos negativos y prefiero no prestarles el servicio; en ocasiones les he pedido que se bajen del carro porque algunas personas no respetan y quieren empezar a agredir y si me van agrediendo les digo ‘¿sabe qué? no lo puedo llevar y si quieren un buen servicio se los puedo dar, pero no con agresiones’ y se bajan”.