Arturo Campos afirma que la mayor parte de su vida laboral se ha dedicado a la albañilería, pero por la pandemia de covid-19 se vio obligado a buscar otra actividad y la encontró en el transporte público.

Desde hace dos años conduce una combi de la Ruta 6 y aunque al principio fue complicado por el desconocimiento de todos los destinos a los que llega esta “ruta”, poco a poco fue aprendiendo.

Dice que está agradecido con sus colegas, que le tuvieron paciencia y le enseñaron este oficio, pues, aunque sabía manejar coches particulares, no es lo mismo que conducir una combi con pasajeros por más de 12 horas diarias.

Recuerda que su primer día como operador fue difícil porque en un recorrido se “quemó” (se retrasó) ocho minutos, es decir, llegó tarde a checar. Por ese retardo Arturo tenía que pagar 160 pesos al checador y éste, a su vez, los entregaría al chofer que llegara a tiempo.

Sin embargo, por ser nuevo en este oficio se le perdonó la multa, pues argumentó que en lugar de seguir la ruta diaria tomó otro camino.  

“La primera vez es aventarse. La primera vez es a prueba y error, y quemarse minutos, pero uno va aprendiendo rápido; el primer día me quemé ocho minutos y cada uno se paga en 20 pesos, pero no me los cobraron porque me equivoqué de camino. Ahorita ya está más tranquilo, ya sabemos los tiempos y uno aprende a trabajar con y sin gente”.

Aunque el trabajador del volante tomó un curso de capacitación sobre el trato a los usuarios, asegura que en su actividad diaria se ha encontrado con todo tipo de personas, desde los que son amables hasta los que se molestan por cualquier situación.

“Creo que hacen falta muchas cosas. Por ejemplo, se debe educar a la gente y al chofer; en algunos casos hace falta educación al operador para saber cómo tratar a la gente mayor y al usuario le falta comprensión, porque no saben que uno se levanta a las cuatro de la mañana y termina de trabajar hasta las diez de la noche”.