“Una vez una señora me abordó en la calle y cuando terminó de guardar su mercancía en la cajuela del taxi me miró y me dijo: ‘don, ¿usted me va a llevar?’, respondí que sí y volvió a preguntar: ‘pero… ¿si puede?’ y le dije con firmeza que sí”.

Esos fueron los cuestionamientos de una mujer al percatarse de que el taxista Joel Valle Nava tenía una discapacidad física. En ese momento -dijo- tuvo ganas de gritar, pues después de tantos años de experiencia al volante alguien dudada de sus capacidades.

Joel se tranquilizó y habló con firmeza a su cliente a quien le dijo que si durante el camino fallaba le conseguía otro taxi de inmediato, pero cuando llegaron al domicilio la mujer lo felicitó, porque a pesar de que el taxista tiene amputado el brazo izquierdo no tuvo fallas durante el trayecto.

Aun con esa discapacidad, Valle Nava trabaja desde hace trece años como chofer de taxi y se define como un hombre persistente con espíritu de lucha, pues, aunque, a los 19 años de edad perdió el brazo en un accidente de trabajo -en una fábrica de elaboración de pastas- eso no es impedimento para realizar sus actividades.

“Trabajaba en una fábrica de pastas y en un accidente perdí el brazo. Al principio me sentí destrozado moralmente porque mi papá estaba en una situación complicada y me sentía muy mal porque, aunque mis papás se hacían cargo de mí, yo me encargaba de cubrir mis gastos personales”.

Durante su actividad diaria -apuntó- ha sufrido discriminación en dos ocasiones por parte de sus clientes; sin embargo, las palabras que más le dolieron fueron las de su padre que pensó que por no tener un brazo sería incapaz de manejar.

“Mi padre era vendedor de ropa por mayoreo pero no sabía manejar y en una ocasión su chofer no llegó, lo veía desesperado y me decía ‘ve a ver si ya llegó Beto’, pero eran las once de la mañana y no llegaba; le dije ‘si quieres yo voy contigo’, pero mi papá me dijo ‘ay mijo’ y fue la primera vez que sentí que no servía para mucho; sentí mal que me dijera eso, pero le ayudé”.

En esa ocasión -contó Joel- condujo hasta una gasolinera y cuando su progenitor se percató de que sí podía maniobrar el volante con una sola mano tuvo confianza y juntos fueron a vender ropa.

Posteriormente, Joel enseñó a su padre a conducir para no depender de otra persona.