Sociedad

El escritor y las librerías (Segunda parte)


Lectura 2 - 4 minutos
El escritor y las librerías  (Segunda parte)
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El escritor y las librerías (Segunda parte)


El escritor y las librerías (Segunda parte)
Fotógraf@/ TOMADA DE LA WEB
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Las librerías alentaron mi ser lector, me formaron como bibliófilo y me ayudaron a caer en los bajos fondos de la bibliopatía, esta enfermedad degenerativa, incurable y vital que padezco (más bien disfruto) desde hace cinco lustros.

Contaré anécdotas y reflexionaré sobre el tema, libremente, como dejando llegar las ideas. Al inicio entraba a las librerías con precaución, casi con miedo; aquellos bienes eran tan hermosos, estaban tan ordenaditos y olían tan bien (el profundo aroma del conocimiento), que bien podía yo sentirme inapropiado. Por suerte, eso duró poco.

Superé la timidez con pura práctica. A pesar de mi buena autoestima, pensé en la posibilidad de que me corrieran de alguna librería por mi aspecto, por no tener dinero o por pasar horas solo hojeando libros. Incluso en Gandhi surgió aquella sensación. ¿Te ha pasado? Pues supéralo: vuelve a la librería y disfruta tu momento, lo mereces y nadie debe negártelo.

Después me volví un desfachatado, confianzudo e irreverente. Me paseaba por las librerías como si fueran mías, leía cuanto quería sin comprar, pedía descuento, tomaba regalos, les vendía publicidad, hacía eventos y talleres, fui entrevistado en sus locales, hasta hacía citas con clientes como si ahí atendiera.

Me adueñé del espacio las librerías sin pedir permiso, porque así lo hacemos los artistas. Poco a poco gané la complicidad de libreros, dueños, empleados, clientes. Hice cosas en Gandhi Colorines, en la Catarina Marina, en La Rana de la Casona, en La Pessoa y en algunas otras, que no recuerdo, ya cerraron, o no sé.

Un momento sublime como habitante de las librerías fue cuando nació mi bebé. Comencé a ir con Antonia en su rebozo, a comprar libros para ella, bueno, para nosotros. Fue creciendo entre los libreros de la casa y los estantes de las librerías. ¿Cómo habrá sido la experiencia para ella, desde su punto de vista?

Algunas sucursales de Gandhi y el Fondo de Cultura Económica se volvieron nuestra segunda casa. Estoy romantizando, obvio. En la Catarina Marina, incluso le tomaron fotos para la portada de un suplemento cultural: sentadita en la alfombra, con el álbum ilustrado en sus piernas, no sabía leer palabras, pero entendía bien las historias. Toda preciosa y en su ambiente. El diario salió con varios retratos de ella, como la gran lectora que es y el reportaje fue muy comentado. Fue un día mágico, aunque Antonia tendrá su versión de los hechos.

Pero no todo es estevia sobre caramel macchiato. Las librerías han cerrado, o quebrado con la pandemia, como mi corazón a veces. Algunas quedan en pie y las cadenas dominan cada vez más el mercado. No me peleo con eso, es el mercado y son sus leyes.

Lo que sí diré es que las librerías me quedan a deber. No es reclamo, sino una meditación casi inconsciente. Lo que falló no fue la realidad (quizás en parte), sino mis expectativas. Había proyectado mis anhelos en las librerías de forma ideal. Según mis fantasías, en México habría cada vez más librerías y se leería más y yo vendería millones de libros. Todo eso ha sucedido, pero de forma objetiva: las fantasías nunca serán realidad.

Yo soñaba con ver librerías inmensas y la apertura de la Rosario Castellanos solo alentó dicha esperanza (fui con niña y rebozo). Luego supe la realidad: costos, descuentos, administración, porcentajes, vicios y vicisitudes del negocio, porque no lo conocía. Había vendido libros por mi cuenta, pero nunca con un sistema contable. Quizás nos debemos mucho.

Como creador de libros, aún tengo mucho que hacer con las librerías. Dejando lo imposible atrás y enfocándome en el presente y sus circunstancias, puedo renovar mi relación con ellas; al final de cuentas, es una de las relaciones más duraderas y profundas que he tenido, aunque eso suene patológico. El primer paso es conocer más librerías, claro, como La Bigotona, en el centro de Cuernavaca. Haré eventos y seguiré buscando opciones para llegar a los lectores.

Cierro con dos frases: “Una librería es un vivero de palabras” y “Dios nos libre de un mundo sin librerías”. ¿Quieres compartir alguna frase sobre libros o librerías? Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. 

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Daniel Zetina

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