Este domingo 23 de abril celebro mi vicio, mi oficio y mi beneficio: su majestad el libro. Los libros tienen, en general, dos materias, lo concreto y lo sutil. Lo primero es la parte física, el libro como cosa, objeto, producto. Lo segundo es inmaterial, es el contenido, que, aunque se expone por letras impresas en tinta, eso te lo llevas en la mente o en el corazón, más que como cosas en sí.

El libro representa, en ambos sentidos, la vanguardia de la humanidad. Es un soporte que nos permite revisar los máximos avances que como especie hemos alcanzado, prácticamente en todas las áreas del conocimiento o la experiencia: desde lo más fútil hasta lo más místico, todo cabe, en tanto saber, en las páginas aromáticas de un libro. No importa, claro, si se trata de un e-book o de un audiolibro, pues para llegar a término hay que escribirlo primero, luego editarlo y publicarlo, sí, para que llegue a tus manos.

El libro es una cosa bella, no solo porque yo esté loco por ellos, míralos, tócalos, siéntelos, son pequeños, manejables, fáciles de agarrar, lindos, con sus pastas diseñadas, sus interiores en orden y bien distribuidos, sus ideas y sus conocimientos. A mí me parece que de pronto más que yo leer los libros, ellos me hablan, con firmeza pero con cariño. Acércate un poco a alguno, a ver qué tal te va.

El libro es el continente de una de mis más grandes pasiones: el conocimiento. Siempre me gusta aprender más, conocer de algo, mirar más allá de mis horizontes, soñar, ilusionarme, dejarme sorprender por algo nuevo. Y no me refiero necesariamente a la moda, porque aprender de la quinta ola del feminismo me entusiasma tanto como saber un poco más de los fenicios o de El libro de Enoc, cosas bastante pasadas en el tiempo.

Hay también mucho arte en torno al libro, eso es otra cosa que hago y disfruto. Arte es lo que sublima la realidad añadiéndole un toque crítico y humanista. Insisto, desde su composición material, pero también por su manejo del plano cartesiano, o de la perspectiva, o de las formas de las letras, o de las proporciones del papel o de márgenes, columnas, medianiles, cornisas, folios y hasta viñetas, orlas y florones: aquello que adorna el libro es arte y me encanta.

Los libros me han ayudado a resolver hartas cosas cotidianas, a enfrentarme al destino, para dramatizar. Desde niño buscaba en las enciclopedias aquello para resolver mis tareas o algún dato que demostrara que el profesor sabía muy poco. Los usé para tocar la guitarra y cantar, para aprender a escribir, estudia y leer mejor. Me fueron útiles para ser papá y para mejorar como ser humano. No quiero decir que sin los libros no lo hubiera logrado, pero te aseguro que me fueron de gran ayuda.

Ese es uno de los puntos más importantes. Cuando leí en la Encuesta Nacional de Lectura de México o en algunas otras fuentes que los mexicanos le dan un gran valor al libro (no su precio, sino su valor simbólico) me sorprendí. En algún punto, mis connacionales consideran que los libros en general son cosas buenas o positivas para su vida, que incluso pueden ser un factor para ayudarles a ser mejores personas. Me di cuenta de que en mí ha operado dicha fórmula, que tampoco es exclusiva ni excluyente de otras prácticas de sanación, pero que igual se agradece.

Estoy convencido de haber mejorado en todas mis facetas en las últimas dos décadas (para añadir perspectiva) y gran parte de ello se lo debo a la lectura, a los libros, a la pasión de vivir entre ellos y a mi hermoso oficio de escribir. Claro que no he terminado, habrás leído por aquí algún atisbo de arrogancia, un ego de por momento se desborda o un mal gusto que apabulla. Ahí la llevo, no soy perfecto, aún hay cosas que deseo mejorar y qué mejor que hacerlo acompañado de un buen libro.

Compra algún libro mío este domingo en el Museo de la Ciudad de Cuernavaca, estaremos creo que hasta las 4 pm. Es sobre Avenida Morelos, abajito del Jardín Borda. ¡Larga vida al libro! Gracias.

#danielzetinaescritor #unescritorenproblemas #díainternacionaldellibro