Se trata de un asunto importante: el derecho del autor sobre su obra. Derecho de crear, pero también de que se respete el producto de su trabajo, para que lo aproveche y no se le robe. En México no tenemos una verdadera cultura de la legalidad, en parte porque se desconoce la ley, aquí una gotita de legalidad.

Es un autor quien crea una obra, que por lo general se considera original (aunque eso de la originalidad es bastante confuso). O sea, si tú no has hecho una obra, no eres autor. Y es obra hasta que se encuentra en un soporte, que ahora puede ser físico (impreso o manuscrito) o digital (un archivo electrónico contenido en una unidad de almacenamiento).

El autor es inalienable de la obra, es decir, no se desvincularán de ninguna forma y en ningún lapso: un autor siempre será autor de una obra en específico y nadie más. Borges siempre será autor de El Aleph, nunca cambiará la obra de autor. Nadie podrá firmar esa obra como suya, siendo ya de Jorge Luis. Primera cosa que debe respetarse: afirmar que una persona escribió un libro y que puede publicarlo con su nombre (también bajo seudónimo o de forma anónima, según desee).

Los derechos patrimoniales son la posibilidad de usufructo de una obra, es decir, la capacidad de explotarla comercialmente y con fines de lucro, para beneficio del autor (y de quien contrata su obra y de quien venda los libros, claro). Cuando un autor vende su obra, lo hace para una edición específica, por un tiempo determinado (nunca eternamente), con un tiraje determinado y mediante un pago (contraprestación) previo o posterior (no gratis).

El registro de las obras literarias (entre otras) en el Instituto Nacional del Derecho de Autor (Indautor) es un requisito no indispensable pero sí recomendable. No es tan tardado y ayuda a fijar la autoría de una obra mediante un trámite administrativo que es al mismo tiempo un acto legal relacionado con un fenómeno humano real. El Gobierno tiene por responsabilidad proteger los derechos de autor de los artistas (con o sin registro), porque debe ser garante de los derechos de la ciudadanía en general.

¿Sirven para algo los tan mentados derechos de autor actualmente? Sí. A pesar de que la era de la tecnología ha modificado muchas de las prácticas en torno a las obras artísticas, aún se conserva el respeto la autoría de las obras (en la mayoría de los casos) y el derecho de que una autora gane dinero por su trabajo escritural.

Escribir una obra literaria requiere de un gran esfuerzo, paciencia, dedicación, técnica, estilo, tiempo, entre otras cualidades. Sencillo no es, tampoco fácil. Hay que respetar, no hay que violar dichos derechos. No debe firmarse como propia la obra de otra persona, tampoco poner el nombre de un autor que no le pertenece: por ejemplo, no podemos decir que la novela Cien años de soledad fue escrita por Elena Garro.

¿Existe el plagio de obras literarias en México? En mi experiencia, por lo que sé, he vivido, visto y estudiado, son muy pocos los casos que llegan a juicio. Me refiero a literatura. Casi no hay casos conocidos, menos públicos. ¿Por qué? No tengo una respuesta definitiva, pero creo que tiene que ver con que los autores pretenden trascender siendo autores de una obra… de su autoría (original suya), no con las ideas o historias de otros. Como quiera, debe haber casos por ahí.

¿Para qué sirven los contratos editoriales? Para evitar problemas. Como buenos mexicanos, sabemos que “papelito habla” y el contrato es un acuerdo escrito entre dos personas (o más) cuya finalidad es la reproducción con fines comerciales de una obra literaria. Algo importante es que en las cláusulas deben estar contenidos los alcances y detalles de aquello que pactan los involucrados (y deben respetarse). Insisto, los contratos son vacunas contra los problemas, aunque… lo sabemos bien, no todas las vacunas tienen la misma efectividad, pero en la mayoría de los casos es preferible ponerse la vacuna que no hacerlo.

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