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En blanco y negro. La mirada de Gabriel Figueroa


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Somos una nación que se inclina más por las imágenes que por las palabras, hay cientos de representaciones simbólicas que permean nuestra historia, ellas descubren nuestra genealogía, los miles de acontecimientos y celebraciones que sucedieron a lo largo del tiempo; narramos visualmente la vida.

​El pasado se devela y resurge en muros y pictogramas, relieves y esculturas, vasijas, murales, templos, grandes lienzos y miles de pinturas; las épocas se determinan por su bagaje artístico, éstas dotan su tiempo con imágenes y ellas reflejan una identidad temporal, al final somos una larga y densa acumulación iconográfica que nos encarna y representa.

​Esta larga andanada visual tiene sus parteaguas, sea la conquista o la época virreinal, la independencia o la revolución, en cada una nuestra imaginación ha vertido una enorme gama de grafías peculiares, son imágenes que convertimos en nuestro rostro, es la cara que nos creamos, espejo y máscara, tragedia y comedia, ironizamos y reímos, de nosotros mismos, y gracias a ellas creamos una conciencia colectiva, nos sabemos mexicanos.

​La Revolución Mexicana no fue la excepción, después del largo periodo de finales del siglo XIX donde la influencia francesa influyó e impuso su signo, este acontecimiento histórico generó un movimiento nacionalista en el cual nuestros orígenes prehispánicos e indígenas predominaron, el muralismo fue su estandarte, y a partir de ello trazamos una nueva imagen colectiva, las artes contribuyeron con grandes obras, danzamos, creamos música, novelas, obras de teatro, y por supuesto, adaptamos el quehacer cinematográfico sobre la misma vertiente, surgió así la llamada época de oro del cine mexicano.

​Es difícil establecer la fecha exacta en la cual nace esta época; se dice que la película “Allá en el rancho grande” (1936) que dirigió Fernando de Fuentes fue la que inició aquellos films que contenían una fuerte dosis de “comedia ranchera”. Sin embargo, antes ya se habían realizado otras con el mismo carácter nacionalista y la temática que identificaría a México a nivel internacional.

​Lo que es cierto es que las películas que nacieron en este contexto generaron una gran cantidad de rasgos peculiares que no siempre favorecieron nuestra verdadera realidad, se idealizó la imagen del macho mexicano, y la mujer jugó un papel dominante, que no justo, y menos favorable; la imagen del “ser mexicano” educó a las siguiente generaciones gracias a este periodo histórico.

​A pesar de ello, el cine mexicano tuvo grandes personajes, fueran directores o actores, y otros más que destacaron por la sutileza de sus creaciones, entre estos están aquellos encargados de hacer de la fotografía verdaderas obras de arte, Gabriel Figueroa fue uno de ellos.

​En toda realización cinematográfica de alta calidad, la dirección de fotografía asume una de las más importantes responsabilidades creativas de ésta. Quien la ejecuta se encarga de tomar decisiones sobre iluminación, óptica, encuadre y composición, además de las correcciones de luz y color final que darán al film una estética especial.

​Gabriel Figueroa Mateos (1907-1997) colaboró en más de doscientas películas a lo largo de cinco décadas, entre éstas destaca su labor con directores como Fernando de Fuentes (Allá en el rancho grande, 1936), Emilio “el Indio” Fernández (María Candelaria, 1946), Luis Buñuel (Los olvidados, 1950) y John Huston (La noche de la iguana, 1964).

​A sus 25 años Gabriel Figueroa colabora en su primera película encargándose de la foto fija, es “Revolución” (La sombra de Pancho Villa) (1932) bajo la dirección de Miguel Contreras. Un año después colaboró como iluminador y fotógrafo en dos películas del director Chano Urueta (1895-1979): “El Escándalo” y “El primo Basilio”. Sin duda lo que más atrajo a Figueroa en estas realizaciones fue el manejo de la luz y los encuadres. A partir de entonces el cinefotógrafo Gabriel Figueroa iniciaría una fructífera y exitosa carrera que duraría poco más de cincuenta años.

​Las miles de fotografías que reprodujo en las películas donde colaboró como fotógrafo dan cuenta de ello. El trabajo de Gabriel Figueroa destaca no solo los paisajes y retratos, en ellas podemos observar con toda nitidez lo que bien podemos calificar como el estilo Figueroa: el extraordinario manejo de la luz, la temática de sus tomas, el encuadre y la composición. 

​El día de mañana sábado 24 de junio la Posada del Tepozteco, hotel que se ha convertido en un lugar que cultiva la promoción cultural y artística, presenta una magnífica exposición denominada “En blanco y negro. La mirada de Gabriel Figueroa” con más de veinte fotografías impresas en alta calidad procesadas en paladio/platino con firma autógrafa, otras son fotoserigrafías y algunas más impresas en giclée. 

​Todas provienen del acervo oficial de su hijo Gabriel Figueroa Flores, y cuentan con su autorización. Sin duda esta es una buena alternativa para observar el magnífico trabajo de este destacado cinefotógrafo mexicano, además de poder adquirirlas a precios increíbles, no pueden perderse esta oportunidad.

​La exposición se inaugura mañana a partir de las cuatro de la tarde, y permanecerá hasta finales de agosto. Y claro, este hotel se ha ganado un importante reconocimiento como un espacio que promueve la cultura en Tepoztlán, en Morelos y en México.

 

 

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Francisco Moreno

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