Cuando César terminó sus estudios de nivel básico deseaba continuar con el bachillerato, porque su sueño era ser profesionista: quería ser abogado.
Sin embargo, la falta de recursos económicos en su familia lo impidió y a los 14 años de edad empezó a trabajar en un taller mecánico con su papá, que se dedica a este oficio desde hace 45 años.
César afirma que encontró en el volante una forma honesta de ganarse la vida y ha logrado mantener a su familia desde hace 19 años.
Refiere que ser chofer es una tarea difícil y estresante e implica una gran responsabilidad, porque en cada recorrido lleva más de 40 personas a su cargo.
Además, tiene que estar al pendiente de los vehículos particulares que intentan invadir el carril y de los peatones que se atraviesan en la calle.
“Es un trabajo muy desgastante porque son muchas horas de trabajo, pero también tiene cosas buenas. Por ejemplo, hay mucho compañerismo, se encuentran buenos amigos y el ambiente es bonito; diario convivimos entre todos y uno le agarra cariño al trabajo”.
Aunque César está a gusto con su labor, señaló que diariamente impulsa a sus hijos a continuar con sus estudios, principalmente al varón, a quien -dice- lo motiva para que no vea como opción de trabajo ser chofer, pues dedican largas jornadas y trabajan hasta en días festivos.
“A mi hijo le digo que no me gustaría verlo de chofer porque es muy desgastante, son muchas horas de trabajo, todo el día estamos sentados y el cuerpo también se cansa. Yo no tuve la oportunidad porque no había dinero, pero quería ser abogado. Por eso les digo a mis hijos que aprovechen lo que se les da”.