Alberto asegura que aunque tuvo la oportunidad de seguir estudiando, desde los 14 años aprendió a manejar y cuando cumplió la mayoría de edad empezó a trabajar como chofer del transporte público, una labor a la que se dedican varios de sus primos.

Tras cinco años como operador ha podido constatar que ser chofer es una labor cansada, porque diariamente trabaja hasta 18 horas y a veces no tiene tiempo ni siquiera para desayunar o ir al baño.

“Lo que más pesan son las desveladas porque aquí se trabajan más de 18 horas diarias. Además, no hay tiempo para descansar en la base y así como llegamos tenemos que salir porque hay pocos carros”.

A decir del entrevistado, hace falta más capacitación a los operadores sobre el trato que deben dar al pasajero y sobre el cumplimiento de las reglas de tránsito.

“Los que más se quejan son los de la tercera edad y dicen que les respeten su descuento, pero ellos no saben que ese descuento lo hace el chofer. También hay otras personas que se suben y no pagan, y cuando uno les dice algo se molestan y dicen que sí pagaron. Por eso mejor no les digo nada, para no entrar en discusión”.

De acuerdo con el trabajador del volante, hay días en los que con mucho esfuerzo solo reúne el dinero necesario para entregar la cuenta, pero no deja el volante porque tiene una familia que depende de él.