“Mis papás eran de escasos recursos y no tuve la oportunidad de seguir estudiando. Terminé la secundaria y después me llamó la atención el volante”, cuenta Efraín Canizales Navarrete, quien trabaja como operador del transporte público.
Dijo que su trayectoria al volante es de 24 años y a lo largo de este tiempo ha podido comprobar que ser chofer es una labor cansada y de mucha responsabilidad. Por eso motivaba a sus hijos para que estudiaran una profesión, para tener una mejor calidad de vida.
Sin embargo, afirmó que de los tres, solo su hija estudió enfermería y los otros dos son choferes.
“Uno de mis hijos es trailero y el otro anda en la ‘ruta’, desde chiquitos se subían al carro y querían aprender a manejar. Les decía que esto es cansado, pero decían ‘quiero ser como mi papá’, y aquí andan en el volante”.
Cuando crecieron -dijo- les insistió en que buscaran un empleo formal donde tengan prestaciones de ley y seguro social, porque en algún momento les hará falta, pero no hicieron caso.
A decir del entrevistado, ser chofer del transporte colectivo es una labor cansada, porque trabajan jornadas de más de 15 horas. Sin embargo, seguirá al volante hasta que resista.
“Nos enfrentamos al tráfico, a los accidentes y al maltrato de los pasajeros, porque en la base nos dan un tiempo que se debe respetar. Por eso a veces vamos rápido o lento, pero la gente no lo entiende y se molesta”.