Sociedad

Becas y envidia


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Becas y envidia


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Son tiempos de resultados de becas nacionales y locales. Son estímulos gubernamentales económicos para artistas. Hay Fonca, Pecda, Apoyarte y otras denominaciones. En esencia son lo mismo: dinero público para creadores.

Se hace una convocatoria, el artista envía su postulación, con documentos que prueben: a) que es la persona que dice ser, b) evidencia de que su trabajo tiene calidad, c) un proyecto a desarrollar.

Las reciben funcionarios del área de cultura, que dan seguimiento al proceso de selección. Las postulaciones son enviadas a un jurado, casi siempre externos a las instituciones, invitados por su calidad en la disciplina que van a evaluar.

Dicho jurado analiza las propuestas, conforme las bases de la convocatoria, pero también según las pruebas aportadas por los artistas y su propio criterio. Al final, dan un fallo, donde indican a quiénes seleccionaron para obtener el beneficio.

La leyenda cuenta que fue Octavio Paz a quien se le ocurrió este sistema; que se lo pidió al presidente de México Carlos Salinas de Gortari, quien sin chistar le dio luz verde. La forma de operar el sistema ha variado con los años, con distintos resultados.

El seleccionado es notificado. Hace entonces los trámites administrativos a que haya lugar, para que, ocasionalmente, y en los tiempos pactados en la convocatoria, comience a recibir el dinero, que va desde $3,000 y hasta $35,000 pesos mexicanos mensualmente, por un periodo de entre 6 y 18 meses continuos.

Además, recibe asesoría de un tutor, un artista más experimentado, con quien trabajará de vez en cuando con la intención de mejorar. Los tutores son seleccionados por las instituciones con base en su prestigio y son diferentes a los jurados.

El artista ofrecerá periódicamente una muestra del trabajo en desarrollo. Por ejemplo, un escritor que propone escribir un libro de cuentos, entregará avances mensuales, mediante medios y formatos establecidos. Digamos que recibe una beca por un año y que entrega un cuento por mes, para finalizar los 12 cuentos de un libro.

Podrá ofrecer como evidencia de su labor colaboraciones en medios, presentaciones o lecturas u otros resultados. Recientemente, también es necesario que realice alguna labor social, como contraprestación al dinero que recibe del erario. En el caso de un escritor, puede dar talleres o conferencias gratuitas, donar ejemplares de su obra o alguna otra cosa.

En el mejor de los casos, al terminar la beca, el gobierno habrá cumplido con las aportaciones, el escritor terminará su obra y todos felices y contentos. Es la historia de muchos casos, aunque hay sus problemas, como que no se termine la obra y el escritor tenga que devolver el dinero a Hacienda.

Por lo recibido, el artista casi nunca ofrecerá una factura; a pesar de tratarse de un ingreso monetario por su trabajo, es un estímulo con fondos fiscales y no una ganancia por un trabajo comercial. Con su dinero, el artista puede hacer lo que guste: pagar la renta, comprar cervezas o libros, viajar, ahorrar o invertir en algo, regalarlo.

Las becas siempre han estado a debate en México. Que si hay una mafia que las reparte entre sus cuates, que si se producen obras mediocres, que si el gobierno ejerce así la censura, que si hay pésimos poetas que las ganan a cada rato, que si no sirven de nada, que si hacen parásitos a los creadores. El debate continúa.

Mi postura es que es un fenómeno real que yo no cambiaría. Habrá quien lo aproveche y quienes lo perviertan. Muchas obras hechas con becas son malas, pero los artistas escriben obras malas o buenas, y eso no depende de las becas. Estos estímulos son buenos, pero no son indispensables para la creación. Un día escribí: “El artista no debería preocuparse por las becas, sino por cuánto cuesta la libertad”. Hay que añadir que algunos escritores se autocensuran o de plano escriben libros muy poco críticos.

En mi caso, agradezco las becas que he recibido, fueron un impulso a mi labor, y también una comprobación que hay calidad en lo que hago.

Por último, me da gusto cuando alguien que conozco, especialmente que admiro o aprecio, gana una beca. Me parece que el arte no debe ser territorio de la envidia, sino del honor. Felicidades a quienes este año ganaron becas, que sean para honrar el oficio y publicar más y mejores libros.

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Daniel Zetina

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