“En el transporte te acabas rápido, por las desveladas, malpasadas y las madrugadas. Yo tengo diabetes y estoy seguro de que me dio por la mala vida que llevamos los operadores”, aseguró el rutero José Antonio González.
Aunque sus hijos crecieron y formaron su propia familia, su esposa depende de él, por lo que debe seguir trabajando, además de que el del volante es un oficio que siempre le ha gustado.
“Antes no nos daban capacitación. Antes te enseñaba un amigo o un familiar o aprendías viendo. Yo aprendí a manejar viendo y a veces agarraba los carros a escondidas porque quería aprender a manejar. A esa edad no te da miedo o nervios, lo que sentía era emoción”.
El entrevistado, quien actualmente conduce una unidad de la Ruta 17, asegura que seguirá en su labor hasta que el cuerpo aguante, pero reconoció que conforme pasa el tiempo el cansancio es mayor.
Por eso, cuando tiene oportunidad descansa dos días a la semana.
Aunque ha vivido muchas anécdotas, refirió que las que más recuerda son las malas experiencias, como los asaltos y los pequeños accidentes viales que le han ocurrido cuando se apresura para llegar a tiempo con el checador y no pagar los “minutos quemados”.
“Aquí te encuentras con todo tipo de personas. Hay quien se molesta por todo, otros que son amables y te agradecen y otros que de plano ni el saludo responden. Aunque a veces también hay operadores que vienen enojados o estresados y no dan el saludo”.