Es una condición mental difícil, producida por un evento traumático, doloroso, triste, violento, terrible. Es muy frecuente y su grado de intensidad depende de muchos factores, como las circunstancias o el perfil de cada persona.
Quizás viviste un evento, lo viste, o lo escuchaste. No hay una sola forma en que ocurra, cada quien es distinto, con diferentes grados de resiliencia y con distintos rasgos mentales.
La duración de los estragos del estrés postraumático es variable, desde semanas hasta décadas. Se puede salir de ahí, pero no es fácil y en la mayoría de los casos requiere de ayuda profesional o acompañamiento espiritual. Quizás tú lo viviste, al final de cuentas, estamos en el país más violento del mundo.
Algunos de los principales síntomas son recuerdos que alteran a la persona, necesidad de evasión de la realidad, pensamientos catastróficos, cambios de ánimo repentinos, ansiedad, pesadillas recurrentes, desconfianza, entre otros, pero todos negativos y con consecuencias biológicas.
Me llamo Daniel y he vivido el trastorno de estrés postraumático en diferentes momentos. De niño era débil y mi entorno no era estable ni protector, casi siempre me sentí en vulnerabilidad, bajo peligro, por lo que mis sentidos estaban en alerta noche y día.
Algunas de las causas de mis distintos procesos de estrés postraumático son una infancia con maltrato intrafamiliar y escolar, sufrir asaltos y otras formas de violencia social, haber visto abuso o estado presente donde ocurrió, vivir en un hogar con adicciones, algún tipo de violencia sexual, abandono, amenazas de muerte, traición, robo y alienación parental.
Vaya coctel de circunstancias. Casi todos los episodios traumantes ocurrieron antes de los 20 años y solo dos de ellos después. Cada uno de estos acontecimientos fue una acción (o varias) de personas externas a mí, que estaban a mi alrededor o con quienes vivía y que no debieron haberlo hecho.
Uno de los episodios más fuertes fue cuando en quinto de primaria el autobús en que fuimos de excursión de Jiutepec a Puebla se impactó con una pipa de gas en la carretera. El golpe, la confusión, la conmoción general y el pésimo actuar de las autoridades y la agencia de viajes, además del nulo seguimiento del caso, dejaron en mí un miedo exagerado a viajar en auto o camión. Sentía morir en cada traslado. Duró unos 12 años, por fortuna luego se fue.
De los otros traumas resumiré cómo los viví por años. En general, el estrés postraumático se expresó por medio de una huella de miedo y frustración en mí por largo tiempo. Al padecer diversos eventos más que un trauma fue un cúmulo de ellos. Sumado mi síndrome de Tourette (lo que añade un toque de hipersensibilidad), el infortunio que padecí no solo fue físico, sino también mental, emocional y hasta espiritual.
Mi vida fue un tormento de recuerdos, miedos, paranoia, manías, pensamientos catastróficos, desconfianza, pensamientos suicidas, estar siempre a la defensiva, hasta llegar a crisis de ansiedad y ataques de pánico. Siempre me sorprende que muchas personas al conocerme me consideren un hombre con un pasado perfecto y estable, con una familia nuclear equilibrada y unos padres perfectos, nada más lejos de la realidad.
Hoy lo cuento libremente porque ya no es así. El estrés postraumático, las heridas de la infancia, el dolor, el sufrimiento, la traición y hasta las pérdidas materiales pueden sanarse, eliminarse de la realidad presente. Yo lo hice trabajando con las causas, con el origen de mis malestares y llegando a enfrentar temas mucho más complicados de lo que pensaba.
Me ayudó mucho, para enfrentar y sanar mi pasado, que me personalidad es confrontativa y que mi oficio es la palabra. También fue de utilidad que, debido a tantos dolores, había alcanzado cierto grado de resiliencia. Con eso y con múltiples procesos de terapia he logrado sanar cuanto he podido.
Al iniciar mi proceso de sanación profunda, a los 27 años, hice una lista de lo que debía sanar y mejorar en mi vida, un check list de mi desarrollo personal. A la fecha he cumplido casi todos los puntos, 28 de 30. No digo que ya terminé, solo que me siento mejor que nunca.
Puedes informarte mejor del tema en la página de la Clínica Mayo. Si yo pude sanar, tú también puedes.
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