Ya hablé de mi sanación, hoy te contaré de mis herramientas para lograrla. Desde pequeño tuve inclinación por el conocimiento, hasta fui de la escolta; es algo que no comprendo como lineal ni dogmático, sino como una larga tradición de saber, donde se incluyen muchas visiones del mundo.
Ya grande, al leer sobre Confucio y Paracelso, comprendí que la separación entre la explicación científica y la explicación mágica de la vida es reciente. Durante milenios ciencia y magia, método e intuición, fueron dos lados de la misma moneda llamada sabiduría.
La siguiente frase parece un juego de lógica, aunque es puro sentido común: si pretendes saber más, no dividas conocimientos, únelos y sabrás lo que hay de cierto en cada enfoque. De otra forma, te quedas solo en un lado de la experiencia, obedeciendo las órdenes de tus guías. Piénsalo, estoy seguro de que te hace sentido: amplía las posibilidades de tu aprendizaje y llegarás con más fuerza a la claridad.
Vuelvo al tema: lo que muchos llaman terapias alternativas (y que los blancos ponen de moda cuando las descubren) han sido la forma de curar por siglos en diferentes culturas. Por ejemplo (aquí empieza mi historia), la medicina tradicional, desde lo básico, como sábila, tés, masajes o mitos mexicas, texcocanos y hasta otomíes (altiplano central), parte de sus hábitos y su cultura.
Sabemos de la herbolaria tradicional porque se sigue practicando y estudiando. En esa misma línea hay sobadores, parteras (así nació mi hija), brujos, hueseros, sanadoras y demás personas enfocadas en ayudar a otros a sanar, a estar en equilibrio.
Hoy lo local se junta con lo lejano, quien da masajes, también da reiki, trabaja con ultrasonido o imanes, hace lecturas (mancias), vende productos naturistas o talismanes, da pláticas y ofrece limpias. Sincretismo cultural en su máxima expresión; alquimia práctica de baja (o alta) escuela; el ser humano compartiendo las ciencias con sus iguales (hala ken).
Buscando clases de metafísica en la prepa, encontré un grupo de estudios gnósticos en Cuernavaca. Conocí la meditación, leí sobre culturas orientales y americanas y realicé rituales para equilibrar mi ser adolescente.
Conocí varios tipos de creencias, tradiciones, magias, además de magos y brujas, con quienes compartí alguna plática, encuentro o sesión, pero sin adentrarme mucho, pues aún tenía prejuicios; con todo, aprendí algo de ellos.
En mis veintes llegó lo que llamé La Cocina de Confucio, después de leer sus enseñanzas sobre la alimentación, parecidas a los dichos: “la cocina es la farmacia” y “la comida es medicina”. Formulé un plan de nutrición y vida saludable. Ahí aparecieron el yoga (la parte que conocí en posturas y mudras) y la sanación pránica (en la que poco indagué).
Los masajes también han sido parte de mi vida, de muchos tipos; dada mi condición, siempre me han resultado necesarios, útiles, óptimos. Cuando conocí la acupuntura hubo un parteaguas, tanto en mi concepto de la salud, como del cuerpo y la energía.
Terapias o teorías alternativas occidentales ya aprobadas que he conocido son: Gestalt, logoterapia, temperamentos, eliminación de creencias, enfoque centrado en la persona, psicoanálisis, interpretación de los sueños, constelaciones familiares, hipnosis, antroposofía, números de Grabovoi, entre otros.
De lo autóctono local favorito es el temazcal, ritual sanador chamánico, por medio del cual he curado heridas profundas y he asumido aprendizajes nuevos. Paradójicamente, es una oscura cueva de luz, donde el ser es pleno en percepción.
También probé con tambores, danza, música, energía universal, tarot, registros akáshicos, horóscopos, videntes, variaciones de meditación, piedras y sustancias sagradas (de estas no hablaré). Siempre de la mano de chamanes, curanderas, tlatoanis, maestras, ángeles. Y siempre acudiendo paralelamente con terapeutas con cédula profesional.
Me interesa sanar, no hacer tonterías. No busco estados alterados de conciencia ni entretenimiento, sino entendimiento, claridad, salud biológica y paz interna. No estoy al cien, pero sí en un buen punto. Merezco ser sano y feliz. No tengo adicciones, sí aprendizajes y un largo camino por recorrer, aprendiendo y sirviendo. No recomiendo que pruebes nada de esto, te lo comparto como una catarsis, porque soy escritor y ya era tiempo de contarlo. Gracias a la vida que me ha dado tanto y a mis compañeros de viaje.
Termino un ciclo de 7 columnas sobre mi salud, comenzaré otro sobre mis obsesiones.
#danielzetinaescritor #unescritorenproblemas #terapiasalternativas