Inicié Ediciones Zetina en 2004, un emprendimiento con propósitos específicos: publicar libros de autores que no encontraban opciones y ganar dinero con el oficio de editor, en el que me iniciaba.
Le compré una computadora armada a John, quien se hizo mi amigo. Vivía en un cuarto en una casona detrás de la escuela donde trabajaba, en Las Palmas. A unas cuadras estaba un Office Depot, donde compré una impresora, papel y una engrapadora de bastidor largo.
Diseñé los primeros tres libros en PageMaker. Imprimí ahí mismo, volteando cada hoja; engrapé y refiné a mano. El papel de los forros era kraft, que compraba cortado a tamaño. Por último, doblé las solapas. Los tres primeros títulos fueron:
- El toro Pernot, un cuento mío que pertenece ahora a El colchón, cuentos de la cotidianidad. La historia es una epifanía que escribí una madrugada que me desperté con la visión clara de lo que contaría; trata de un libro al que deben desprendérsele las hojas después de leerlas.
- Portavoces, antología de poesía joven de Morelos, con textos de Elizabeth Delgado, Afhit Hernández, Félix Vergara, Diana Octaviano y míos; habíamos hecho una exposición con esos textos, grabados en casete y reproducidos en grabadoras, en la Galería del Centro Morelense de las Artes.
- Tiempo de paz y otros cuentos, igual de mi autoría; algunos derivaron en El cuerpo del deseo.
La idea era poner el ejemplo (si yo puedo hacerlo, tú también). Hice la primera presentación del sello en una terraza del Parque Revolución de Cuernavaca. A partir de ahí organicé muchos eventos y aparecieron notas en prensa.
Me puse a imprimir y a vender ejemplares. Tenía la fábrica en casa. En un año habré vendido 600, 100 y 400 ejemplares. De esos, después solo seguí imprimiendo El toro Pernot. A un precio de $30-40 pesos, eran bien recibidos.
La impresora era de inyección de tinta, compraba cartuchos de tinta negra para reabastecerla. Aprendí a calibrarla y darle mantenimiento; al año debí reemplazarla; tuve como cinco de esas. El diseño de las portadas era solo tipografía, para ahorrar en tinta y porque ese estilo sobrio me gustaba.
Luego llegaron libros de otros autores y lo demás es historia. Aquellos primeros clientes y lectores fueron importantes. Con frecuencia comentaban el contenido y la forma de los libros. Saber que no estaban mal, que era dignos, cuando menos, me animó a continuar. De haber sido distinto, igual habría seguido, pero recibir buenos comentarios fue importante en su momento.
Andarán por ahí muchos de esos pequeños libros. A los primeros lectores les agradezco, ocuparon su dinero y tiempo en consumir lo que yo hacía, con mucho cariño, sí, aunque con poca experiencia. Mi reconocimiento eterno.
Dejé de imprimir en casa y conocí a varios maestros impresores, primero en La Carolina, donde don Jesús me maquilaba y me enseñaba detalles del oficio. Conocí más talleres y formas de producir libros.
A la par de desarrollar mi sello, hice trabajos para autores y clientes individuales o institucionales y trabajé en la recién inaugurada Coordinación Editorial de la UAEM y en el INSP, donde aprendí muchas cosas. Además, leía cuanto libro de edición caía en mis manos.
Agradezco a la Dra. Lydia Elizalde, quien me invitó la primera generación de la Maestría en Producción Editorial. Eso me dio tablas para conocer más del arte editorial y para ponerme nuevas metas.
Para 2010 trabajaba por mi cuenta, haciendo unos 25 libros al año (el más productivo ha sido de 75). En estos 20 años he participado en la edición de unos 555 libros y aún tengo mucho por hacer. Estoy agradecido, me siento honrado.
Muchos de mis libros no fueron bellos ni tan bien hechos (algunos fueron la solución a un problema). Aprendí en el camino, con esfuerzo y dedicación, pero con mis limitaciones. Nunca me detuve, eso sí. Hay erratas, pero también libros exitosos. Y ahora inicio una nueva etapa, que debe ser mejor.
Mi labor no sería posible sin los foros y los medios-redes donde he promocionado mi trabajo; reconozco su apoyo. Gracias a todos los que hoy forman parte de mi ecosistema del libro: clientes, lectores, ferias, escuelas, impresores, escritores, vendedores, librerías, etcétera. Gracias igual a mi familia y a mi hija, que tanto me han apoyado.
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