Tiene familia que depende de él.

Antes de que le indiquen su turno de salida, Ismael aprovecha el tiempo para desayunar unos tacos de canasta, pues es probable que durante el día no tenga oportunidad de probar bocado.

Ismael no se separa de su asiento porque en cualquier momento le pueden avisar que es hora de iniciar un nuevo recorrido y mientras espera la indicación del checador, platica que desde niño quería ser chofer.

Tan grande era su pasión por el volante, que decidió abandonar sus estudios cuando cursaba el segundo semestre de preparatoria.

Estaba consciente de la gran responsabilidad que implica conducir un camión de pasajeros y, aun así, decidió continuar.

Desde hace seis años trabaja como operador del transporte público y afirma que está a gusto en este oficio; sin embargo, reconoce que es una labor cansada porque trabajan jornadas de más de 15 horas diarias.

“Las desveladas son las que te acaban, ya que la primera vuelta (recorrido) es a las cinco de la mañana y uno tiene que llegar media hora antes a la base. También trabajamos bajo presión por entregar la cuenta y lo del diésel, y luego hay que estar atentos con los automovilistas y con el peatón para no tener algún accidente”.

Ismael es padre de familia de dos hijas, trabaja de siete a diez días consecutivos y descansa uno o dos, pues refiere que sólo así logra reunir más dinero para solventar los gastos de su casa.

Aunque durante las vacaciones escolares sus ingresos económicos disminuyen considerablemente, dijo que no ha pensado en dejar este oficio, ya que en lo económico le va mejor que en un empleo formal.

“A veces entregas la cuenta y lo de la gasolina, y no queda dinero para ti, pero hay otros días en los que te va bien; no todos los días son malos. A diferencia de una fábrica, aquí en la ‘ruta’ está mejor, estoy a gusto y me gusta ser chofer”.

Ismael no trabaja solo. En este oficio lo acompañan sus dos hermanos.