Sociedad

El sacrificio del escritor


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Juan Granados Valdéz, en su libro Algunas aplicaciones de la estética prudencial (2025) nos dice: «Un dilema ético que normalmente se presenta a los artistas es el de elegir entre el arte o la vida. Con resabios románticos, es común todavía toparse con quienes sacrifican la vida por su arte. También están los posmodernos en el otro extremo, es decir, los que traicionan su arte por sobrevivir o vivir cómodamente».

¿El arte o la vida? Es una duda común, sobre la cual se desarrolla un debate abierto y que parece interminable, donde parece haber solo dos opciones: a) ofrendar tu vida al arte, dejándote llevar hacia su universo y abandonando cualquier otro aspecto de la cotidianidad, o bien, b) aprovechar lo que se pueda del arte para vivir según el estatus quo.

En general, estas posturas se ven confrontadas en los círculos literarios de nuestro lejano país. Es un juego de contrarios, una guerra de opuestos. Parece falso en palabras, pero en la realidad es un fenómeno complicado.

Por un lado, los hay que siguen el camino del poeta puro, sobreviviendo, arañando el fin de mes, trabajando cuando la intensidad de sus emociones se los permite y siendo víctimas de ellos mismos. La vida de artista, que es un cliché; la libertad, digamos.

En la esquina contraria, tenemos a los acomodaticios (dicho sin juicio moral) que buscan en gobierno o la iniciativa privada trabajos decorosos que les permitan pagar las cuentas y conservar un prestigio social, que no se verá beneficiado por la publicación de sus libros; una vida cómoda y legal, sin perjuicios para nadie, acaso con una alta dosis de frustración.

Esta ambivalente visión es limitada: ni del romanticismo se vive a plenitud ni obedeciendo órdenes surgen grandes obras. La realidad supera la fricción (sí, fricción) de posturas. Cada quien quiere en el Reino de la Literatura, pero veamos otras opciones, más allá de escritor loco o el trabajador eficiente.

Una elección distinta son los escritores funambulistas, que malabarean y hacen equilibrio constantemente para mantener su casa sin dejar su pasión por escribir; de ellos admiro la tenacidad y la fantasía. Dedican largas horas a mantener una vida común, que combina bien con todo su entorno, pero también juegan el rol de autor en determinados momentos. Tienen poco tiempo para escribir, pero se esfuerzan en dar lo mejor.

Asimismo, tenemos a los emprendedores (cada día más), que inician sellos editoriales o emprendimientos (más que empresas) con los que se mantienen dignamente y benefician a la sociedad con sus productos y acciones. Ellos (nosotros) podemos escribir más y tenemos más opciones de salida, con sus bemoles, claro.

También están los cínicos que se burlan de su condición mientras venden algo relacionado con el arte, la literatura, los libros; es su coraza para enfrentarse al posible fracaso como escritores, pero a nadie dañan.

Interesantes son los que un día cambian su vida normada (con un colchón por si las dudas) para entregarse en cuerpo y nalga a la escritura, con el entusiasmo intacto a los 40 o 50 años, decididos a triunfar en las letras, lo que eso signifique. Admirables, más bien.

Peligrosos son los que en apariencia abandonaron el sueño de escribir y desde sus trincheras tratan mal a todo el mundo, vengándose por su carrera nunca iniciada, por su esperanza perdida. Observan desde empresas, escuelas, negocios o en cualquier calle. Son los genios incomprendidos, los nombres olvidados de la historia y eso les da mucha rabia.

Hay escritores de muchos tipos, con la posibilidad de triunfar, publicar, ser leídos y trascender. No es necesario juzgar un oficio tan complejo y (aunque bello) por momentos tan ingrato. Al final no importa el camino elegido, sino el trabajo, la dedicación, la lectura y hasta un poco la suerte para lograrlo.

Para terminar, si el dinero es un factor de éxito, no se construyen fortunas no en la total libertad ni en la obediencia laburante. Los escritores ricos de este país ya lo eran en un 95% (o sus familias) y la mayoría no tiene que trabajar; aunque también hay un mínimo porcentaje que lo logra a nombre propio y hasta quienes heredan (con mayor o menor tino) oficio y fortuna.

#danielzetinaescritor #unescritorenproblemas #escribireneltercermundo 

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Daniel Zetina

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