El hombre, delgado y bajo de estatura, vestido con un pans, sudadera delgada y tenis, sale de su casa a la hora en que algunas personas acostumbran a sacar a sus ladrantes a orinar la noche.
Tras, tras, tras, tras... el corredor disminuye la velocidad ante algún obstáculo y continúa. A las 6:20 se ve una sombra desplazándose por la calle H. Preciado rumbo al puente Dos mil; de ahí atraviesa el panteón de La Leona y se pierde por la calles de la Carolina.
El impacto constante de su peso en las articulaciones, sobre todo en las extremidades inferiores, le ha impedido que aguante los 40 kilómetros que llegó a soportar hace unos dieciséis años, cuando comenzó a correr: “desde Santa María hasta la Tres de Mayo”. Ahora su pelo es cano y escaso, recogido en una coleta que amarra con una liga.
Genaro Flores Pérez es un artesano carpintero, en casa de su mamá en la colonia Tres de Mayo tiene un tallercito donde fabrica y repara muebles.
Corre para mantenerse sano. Se levanta antes de las seis de la mañana y corre una hora y cuarto o una hora y media, después se va al trabajo. Regresa a la casa como a las 8 de la noche y se acuesta temprano, aunque hay temporadas que ha corrido por la noche.
“Comencé a correr por prevención, porque mis papás son diabéticos y esta enfermedad se hereda, pero ahora resulta que tengo el colesterol muy alto, a pesar de que estoy delgado. Yo creo que si no hubiera comenzado a correr ya me hubiera dado un infarto porque el ejercicio me ha ayudado a estar sano”.
Trotar es, para Genaro, una forma de prevenir enfermedades pero también un modo de libertad y bienestar. “Corriendo se relaja uno, ordena uno sus pensamientos o no piensa uno en nada. El cuerpo y la mente se relajan. Hace tiempo, cuando yo terminaba de correr me daba migraña, pero cuando me dieron medicamento contra el colesterol se me quitó y me comencé a relajar”.
Hace poco los pasos amortiguados de Genaro no se oyeron por las calles, estuvo enfermo y esto le impidió recorrer la ciudad como todos los días:
“Estuve en reposo más o menos por un mes por causa de una lesión en un tendón. Fue un martirio. Como no tenía dinero para ir con un especialista me la tuve que llevar con remedios caseros y con puro reposo. Ahí, al pie de mi cama, se quedaban mis ganas de correr, mi impotencia porque se tienen las ganas y tiene uno que aguatárselas porque puede uno lastimarse más”.
Él nunca ha competido: ”para ser corredor uno necesita alimentación especial, una rutina, entrenadores que le den a uno técnicas, estar al tanto de las competiciones, dedicarle horas a los entrenamientos, y la verdad yo nunca he tenido un apoyo así; desde luego que me hubiera gustado pero yo vivo de lo poco que gano, con eso mantengo o mantuve a mi familia ya que tengo a mi esposa y tres hijo, y a mí mismo y era muy difícil. Cuando yo comencé a correr, corría con zapatos de vestir y pantalones de vestir porque no tenía para comprar unos tenis ni pans”.
Correr podría resultar un deporte sin riesgo si se hace en un lugar destinado para ello, dice Genaro, pero en Cuernavaca hay muy pocos espacios para correr sin riesgo y la calle puede resultar muy peligrosa si uno no trota con precaución:
“Los choferes de las rutas y, en general, los automovilistas no respetan. Si te ven te echan el carro y si no te ven no les importas. Quien corre en la calle no corre sobre las banquetas porque son irregulares y la gente es inconsciente y deja objetos o agujeros en las banquetas, que consideran equivocadamente que es una extensión de su casa. Sobre la avenida Morelos, afuera del colegio Cristóbal Colón, por ejemplo, en la calle, hay un barandal y ahí hay un tubo salido. Uno lo ve durante el día pero en las mañanas o por la noche no se puede ver. Una vez me tropecé con él y con el impulso fui a caer a la mitad de la avenida: si en ese momento hubiera pasado un carro, me atropella. Debería haber más lugares para correr con seguridad o calles o parques abiertos las 24 horas porque no todos podemos temprano o por la noche o en el día”.
A él le importa que las personas hagan ejercicio. “cuando yo comencé a correr corría solo y en mi recorrido me encontraba a una o dos personas, hombres o muchachos, corriendo también, pero ahora he observado que más personas salen a correr por las mañana y eso me da gusto, sobre todo que hay mujeres que salen a hacer ejercicio. Corriendo, las personas podrían alejarse de las drogas, pero las autoridades deberían hacer campañas de fomento al ejercicio para que más personas se animaran a correr, pero es necesario que se le diga a los conductores que respeten al peatón y a los corredores, y a las personas, que no dejen cosas peligrosas en sus banquetas porque los corredores podemos lastimarnos”.
Si no hubiera sido carpintero le hubiera gustado estudiar algo relacionado con las palabras:
“Yo estudié nada más hasta la secundaria. Fuimos once hermanos, mujeres la mayoría, y no teníamos dinero para seguir estudiando, había que ayudar en la casa. En la tele, en el canal 13 había una programa sobre etimologías y palabras y me gustaba verlo, eso me gustaba”.
Genaro vio realizada su ilusión en uno de sus hijos, que estudió Filosofía y Letras: “Mi hijo Eduardo tuvo una beca y se fue a Italia, y durante tres años le ayudé, eso para mí es una satisfacción muy grande”.
Genaro Flores Pérez va a seguir corriendo hasta que el peso de su edad se lo permita. Ama entrar en la ciudad de madrugada y sentir el aire en su rostro. Trotar le ha dado salud, libertad y diversión; sus pierna le han ayudado a huir de la diabetes.