Ha tenido muchos oficios, pero desde hace doce años trabaja como “embellecedor de calzado” en el primer cuadro del centro de Cuernavaca porque ahí hay más oficinas.
"Yo quise ser bolero desde chiquito, pero mi padre no me dejó. Después de muchos años me pude hacer lustrador de calzado"
“Unos zapatos limpios hacen feliz a la gente. El cliente es uno cuando llega con los zapatos sucios y es otro cuando ya están limpios y brillantes, se les dibuja una sonrisa y se van felices, a cumplir con una jornada laboral”.
"Me gusta mi trabajo, disfruto haciéndolo porque veo que las personas a las que les doy el servicio se sienten bien con lo que yo hago.
"Cada bolero tiene una técnica especial para que el calzado del cliente quede limpio, pero además de los materiales que se utilicen hay que ponerle cariño a lo que le hace uno. Sin ese ingrediente no quedan bien”.