Nadie lo solicitó ni a nadie le interesó, señala.
Jojutla.- Este lunes, Jojutla de Juárez cumplió 150 años de haberse erigido como ciudad, pero no fue por deseo de sus habitantes, sino por una decisión personal del entonces gobernador de Morelos, Francisco Leyva Arciniegas.
En la Sesión Solemne de Cabildo realizada ayer en el zócalo, con motivo de ese acontecimiento (donde además se develó una placa), el coordinador del Consejo Municipal de Cronistas –pero presentado sólo como ciudadano–, Julián Vences Camacho, hizo la reseña histórica del decreto, que elevó a rango de ciudad a la villa de Jojutla.
En su discurso, el cronista refirió que el 10 de octubre de 1872, el apellido Juárez fue agregado a la ciudad de Oaxaca, “pionera en eso de homenajear al Benemérito de las Américas, fallecido apenas 84 días antes”.
“Siete meses después, el 15 de mayo de 1873, por voluntad personal envuelta en legalidad, el gobernador Francisco Leyva secundó e hizo saber al pueblo de Morelos que por decreto del Congreso, el apellido Juárez se aposenta en Jojutla y en adelante, la Villa del Arcángel San Miguel obtiene el rango de Ciudad”.
Sin embargo, resaltó que “lo anterior no fue solicitado ni por el presidente municipal de ese año, que se llamaba Norberto Rosas, ni por ciudadanos, como aquella vez, cuando, 27e años atrás, 25 jojutlenses solicitaron por escrito la creación del municipio. O como la petición del 25 de diciembre de 1865, con Joaquín Fandiño al frente del ilustre Ayuntamiento del pueblo del Arcángel San Miguel, que pidió al (obispo) se erigiera la Vicaría fija”.
El decreto que hoy recordamos, prosiguió, fue fraguado en las alturas. No conocemos datos ni para aseverar que la decisión vertical fue acogida con mayoritario y patriótico entusiasmo, ni que fue objeto de multitudinarias repulsas. “Todo indica que la aprobación o rechazo del decreto fue asunto de una minoría, “gente de razón” le llamaban en ese entonces. Para la gran mayoría de pobladores –indígenas, por cierto– el decreto no fue asunto de su incumbencia.
Hubo quienes al decreto lo trataron con el látigo del desprecio y omisión. Tal es el caso del presbítero Agapito Mateo Minos, autor de las célebres “Apuntaciones históricas…”, quien sólo dedicó diez renglones a dicho decreto y en las efemérides con que concluye su valioso libro se brinca de 1870 a 1890, agregó.
Incluso consideró que “algún resabio inconsciente de molestia hacia el decreto debió pesar, cuando el nombre del gobernador juarista, Francisco Leyva, se asignó a la última calle de Jojutla por el lado Oriente. (…) Esta calle orillera, por décadas albergó la zona de tolerancia, sede de pujantes prostíbulos, que fueron reubicados a las orillas del Jojutla de 1987”.
El cronista aprovechó para cuestionar a los gobernantes de hoy, pues antes duraban sólo un año en el cargo, que era honorífico, además de que “despachaban desde temprana hora”.
También cuestionó que “en aras del progreso, modernidad y el desarrollo, el Jojutla de calles céntricas empedradas, frescas casas con muros de adobe y techos de teja, cedió el paso a calientes avenidas y edificaciones de cemento y acero. Decenas de empresas pequeñas y medianas, otrora propiedad de jojutlenses, desaparecieron; su lugar lo ocupan hoy empresas encadenadas cuyos dueños nadie de aquí conoce”.
Además, “el cultivo y procesamiento del arroz languidecen. La mancha urbana devora tierras de cultivo. Más y más propiedades se convierten en estacionamientos para vehículos”.