La semana pasada, Airbnb anunció el lanzamiento de su nueva plataforma para vivir experiencias únicas en la Ciudad de México. Con esto, la capital mexicana se suma a una creciente lista de destinos internacionales donde los viajeros podrán no sólo conocer a los habitantes locales, sino compartir con estas personas experiencias diferentes, que han sido diseñadas por los anfitriones, de acuerdo a su perfil, gustos y pasiones. Esto significa, que los anfitriones mostramos lo que más nos gusta de nuestra ciudad, o de lo que más sabemos. ¿Por qué estoy hablando en primera persona del plural? bueno, pues porque yo decidí enfrascarme en esta nueva aventura, primero por curiosidad y después porque me di cuenta de que sería una gran oportunidad de aprendizaje también para mí.
Y es que no sólo los viajeros descubren en el camino nuevas pasiones, también los anfitriones pues no existe un sólo tour que sea igual al anterior, al menos no en el que yo he diseñado.
Para alguien que ha nacido en este país, el tour que propuse podría parecer algo simple: visitar dos mercados que, si bien no son cualquier mercado, lo cierto es que cuando crecimos aquí, pues no resulta tan espectacular.
Sin embargo, mi sorpresa fue que al menos los tres primeros visitantes que han reservado la experiencia no sólo han quedado satisfechos sino, por lo que han manifestado, realmente esas tres horas compartidas con esta periodista les ayudaron a entender la vida local de la Ciudad de México.
Y es que al principio estaba nerviosa. Yo pensaba que me preguntarían de la historia de los lugares, o que querrían tomar fotos a todo y eso provocaría que los locatarios se sintieran incómodos, o que serían delicados con la comida que les ofrecerían, sin embargo, la sorpresa ha sido que se trata de un paseo relajado entre amigos, con una conversación variada y mucho más general sobre la cultura mexicana, no exclusivamente sobre los mercados.
Sus preguntas tienen que ver con nuestras costumbres, nuestro transporte público, el como nos movemos en la ciudad, cuanto cuestan las cosas, el caos de un mercado que para nosotros resulta cotidiano y para ellos es simplemente algo inusitado.
Así, de pronto me he visto hablando sobre economía, política, diversidad cultural, religión, economía, agricultura, consumo responsable, ecología, urbanismo o gastronomía mientras recorremos los pasillos de los mercados visitados.
Me ha sorprendido gratamente no sólo que después de un rato, pude hablar en inglés y hasta hacer chistes y ser tan sarcástica como soy en español, a pesar de que hacía años que no practicaba el idioma (a ver si me va tan bien cuando el tour sea en francés), también que conozco muchos datos y cosas curiosas no sólo de los mercados, sino de la vida cotidiana y la cultura popular de mi ciudad. Eso me enorgullece y me gusta.
Y quería compartir esta sensación porque justo creo que los viajeros de hoy quieren experimentar de nuevas formas las ciudades que visitan, sumergiéndose entre las personas y los lugares que las hacen únicas.
Por supuesto esto será benéfico para ambas partes pues el turismo se puede diversificar y sus beneficios serán distribuidos de una manera más equitativa. Los viajeros que he llevado a esos dos mercados, han gastado allí el dinero que quizá se habría quedado en los mismos lugares de la Roma, la Condesa, Coyoacán o el Centro Histórico que siempre han sido los beneficiados.
Algo que me da mucho gusto es que he llevado a estas personas a comer a una taquería muy sencilla en la Merced, a la que desde hace mucho voy porque además de buena, es limpia pues jamás me he enfermado. Me encanta ver que los dueños, aunque ya notaron que llego con extranjeros diferentes cada vez, no han aumentado los precios ni han querido abusar de los visitantes, al contrario, les explican qué hacer para que no los asalten, qué palabras deben decir para pedir la comida y hasta les piden que les enseñen a aprender inglés.
De esto se trata que el turismo pueda ser sostenible e incluyente, de que las oportunidades se puedan diversificar y ampliarse hacia otros barrios, más populares de los centros urbanos donde los comerciantes locales puedan ser parte y así, beneficiarse activa y directamente del turismo. Además, otros profesionales que nunca hemos tenido nada que ver con la industria turística podemos no sólo obtener ingresos adicionales compartiendo nuestros conocimientos, intereses y pasatiempos, sino también nuevas amistades y vínculos que son vitales para todo viajero. Ahora ya tengo un nuevo amigo de Toronto, otro de Detroit y una más de Melbourne, lugares donde no imaginé siquiera conocer a nadie, obteniendo ingresos adicionales a partir de sus intereses y pasatiempos.
Pero no todo es miel sobre hojuelas, el día de ayer iba a dar un tour más, esta vez a dos mujeres mexicanas que lo habían reservado. Como coincidía con la Marcha del Orgullo, el metrobús tardó mucho más de lo normal y, yo de por sí me había levantado tarde. Iba a llegar con 10 minutos de retraso, pero fueron 22 porque tuve que pasar al cajero automático.
Al llegar, ellas ya estaban allí, molestas y con toda razón. Sin embargo, al disculparme y tratar de explicar, una de ellas —una mujer mayor, que quizá es la madre de la persona que hizo la reservación pues no estaba registrada en la plataforma— comenzó a tratarme muy mal. Me dijo que no aceptaba mis disculpas y se adelantó sin siquiera mirarme. Entonces me negué a seguirla. Le expliqué a la otra mujer, que estaba mucho más calmada y educada, que la experiencia sólo podría ser disfrutable si nos relajábamos, que les repondría el tiempo y más, que por eso no habría problema y que incluso incluiría cosas que normalmente no están incluidas en el costo de la experiencia para compensar mi falta por llegar tarde.
De nada sirvió y la señora siguió, hasta que llegó al punto de insultarme, algo que no podía tolerar. Yo les expliqué que el tour está diseñado para visitantes extranjeros pues probablemente para las personas mexicanas la información sería muy básica y por tanto les ofrecí cancelar la experiencia y reembolsar íntegramente el costo que habían pagado en la plataforma. Por fortuna, Airbnb es una empresa con políticas transparentes y que no tolera que la relación no sea equitativa entre los que serán guías de las experiencias y los que quieren vivirlas.
Sin embargo debo confesar que me dejó un sabor de boca. Obvio yo cometí un error, y bueno pues es parte del aprendizaje, pero lo triste es que la persona que me haya insultado y reaccionado así, haya sido la primera persona mexicana con la que tuve contacto en esta etapa que es completamente nueva para mí, y que es más un pasatiempo, porque realmente lo hago para conocer más personas y nuevas historias de viajeros.
No creo que sea un asunto de nacionalidades, sino de generaciones y hábitos de consumo. Probablemente esa persona ha hecho muchos viajes, contratando guías de turistas que sólo son choferes o repiten un discurso aprendido sobre los lugares, con los que los turistas jamás intercambian ni siquiera preguntas, mucho menos experiencias personales. Pero esto no es así, lo que se ofrece en esta nueva plataforma es pasar un día con un experto en algo, en mi caso, en historias de la ciudad, particularmente de los mercados. Sentí que ellas no habían siquiera leído mi perfil ni en qué consistía la experiencia, me sentí decepcionada. Espero que este mal rato se pase pronto porque de verdad los dos primeros días que compartí esta experiencia con los visitantes más jóvenes y que venían de muy lejos, realmente me llené de energía positiva. No quiero perder esa sensación.