Mis hijos dicen que soy una hipster sin remedio y no sé si tienen razón. Lo cierto es que si ser hipster es disfrutar de pequeños placeres cotidianos con un toque de nostalgia, tal vez sí lo soy, a pesar de no ser millenial.
Me dicen eso cada vez que me levanto entusiasmada en un domingo cualquiera de primavera o verano para preparar frascos con ensaladas, frutas frescas, corro a la panadería francesa que hay en la colonia de a lado para comprar una baguette crujiente y recién horneada, elijo algunos pedazos de mis quesos favoritos y lleno algunas botellas con agua, jugo y a veces hasta un poco de vino de mesa.
Todo eso lo meto entusiasmada en una canasta, donde también acomodo un mantelito hecho con tela mascota de cuadritos rojos con blanco y voilà! Los despierto con el aviso: haremos un picnic para el almuerzo.
La palabra "picnic" no aparece recogida en el diccionario de la RAE, pero sí en el de María Moliner, definido como una comida campestre.
Su origen se encontraría en la palabra francesa pique-nique, que es la suma del verbo niquer (picar) y nique (palabra del s. XVIII que significa cosa de poca valor), así faire un repas pique-nique, es hacer una comida en la que cada uno aporta algo.
Hay otras teorías que atribuyen el origen de esta palabra al inglés: picnic sería la conjunción de pick (atrapar, agarrar) y nick (punto, instante)…algo así como la expresión latina carpe diem.
A mí me gustan los picnics precisamente porque son una costumbre muy francesa. Los domingos salir de la ciudad y comer al aire libre, en el campo. Y como ya les he dicho, pues yo soy francófila.
Cuando he estado en París, a veces me he comprado pan, queso, vino y un poco de fruta y me he ido a alguno de los parques de la Ciudad a tirar para disfrutar del brunch dominical al aire libre.
Justo lo que no me encanta es que en la Ciudad de México haya que recorrer distancias tan largas para ir de picnic, o sea ir hasta El Ajusco, los Dinamos de Contreras o la salida a Cuernavaca. Ahora ya cada vez más se hace en Chapultepec pero todavía somos pocos los que llevamos coquetas canastas con comida saludable o con un toque Gourmet. Lo común es que lleven tortas, sandwiches, tacos de huevo con arroz, tortillas y hasta carne asada, todo con un montón de refrescos y por supuesto botanas chatarra, cerveza en hieleras y nunca falta un balón de fútbol y sillas de plástico. Se pierden del placer de acostarse en el pasto.
Eso para mí no es un picnic sino una comilona mexicana con familias gigantescas que pasan el día entero en algún bosque de los alrededores de la ciudad. Y es que no cualquier comida al aire libre es un picnic, tiene su historia.
Es una tradición que se remonta a la Antigüedad, algo que sabemos gracias a Virgilio y sus Bucólicas. En la Edad Media, tanto los campesinos como los nobles, durante sus viajes, comen al aire libre. En el s. XVIII, el picnic es cosa de aristócratas y es en el s.XIX cuando "el día de campo" entra en boga, en un contexto de vuelta a la naturaleza promovido por escritores como Zola o Maupassant y retratado por los impresionistas, como Manet y Monet.
Pero volviendo al siglo XXI, lo cierto es que los picnics urbanos con un toque chic y vintage son lo mío por lo que en mis arrebatos dominicales a donde voy al Bosque de Chapultepec, que es el más céntrico de la ciudad. A veces sólo en alguna de las entradas que están por Constituyentes, alejadas del metro para que no haya demasiada gente. Otras veces, en la zona del lago mayor o en la segunda sección. A la tercera no voy porque cuentan los mitos que por allá hay jaurías de perros nada human friendly.
Pero algo que me ha hecho realmente feliz es saber que el sueño del arquitecto Elías Catán, que desde hace más de cinco años se ha empeñado en demostrar que la Ciudad de México necesita rescatar sus ríos para poder renacer, podría ser pronto una realidad.
76 millones de pesos se requieren para que el viaducto deje de ser un estacionamiento, digo, una ‘vía rápida’ llena de autos a todas horas, y vuelva a ser lo que debe ser: un río. Me emociona porque estará cerca de mi casa, porque podría ir caminando con mi cursi canasta a extender mi mantel a la orilla del río. Porque podríamos aspirar a tener una ciudad más disfrutable y dejaría de envidiar a los que justo ahora, en pleno verano, han sido testigos de cómo el Canal de L’Ourcq ha dejado atrás la contaminación y ahora incluso se han instalado tres albercas públicas y gratuitas del lado de La Villette, uno de los distritos populares de París como parte del proyecto Paris Plages.
62% de los franceses aman hacer picnics. Tanto es así que existen eventos de alcance europeo como el Día de los Vecinos, y no serían lo mismo sin el tradicional picnic.
¿Será que algún día podremos tener un verano en el que nuestros niños se bañen en una alberca pública sustentable, mientras hacemos un picnics a la orilla del Río de la Piedad? Espero que muy pronto Elías Catán nos de la buena noticia de que sí.