Empiezo a teclear esta columna justo mientras me refresco y descanso después de pasar la mañana en el mercado de la Merced, en el centro histórico de la Ciudad de México. Aunque es normal que los sábados aquello se ponga muy difícil por la gran cantidad de gente que acude a este mercado a abastecerse de víveres para la semana, este día fue especialmente complicado pues muchos queríamos abordar el metro mientras llevábamos compras poco usuales: enormes botes de plástico.
Familias numerosas que iban hasta con cuatro o más niños acudieron desesperadas a esta zona de la ciudad por su fama de tener precios accesibles en todo. En esta ocasión buscaban pagar un precio justo por algo que la próxima semana será el bien más preciado de una casa: un bote de plástico para almacenar agua.
Quizá para la gente de la zona oriente de la ciudad esto no sea algo nuevo, sin embargo, para quienes vivimos en lugares donde normalmente el agua no escasea (o si pasa no nos damos cuenta pues vivimos en edificios con cisternas, bombas eléctricas potentes o simplemente los que administran nuestros conjuntos modernos se encargan de llamar a las pipas y resolver el problema) el próximo fin de semana se vivirá una situación a la que no estamos acostumbrados y, para la que tampoco estamos preparados.
Yo voy muy seguido al mercado de la Merced pues ofrezco visitas guiadas para turistas extranjeros que quieren conocer la vida cotidiana del comercio de la Ciudad de México, sin embargo, muchos de mis amigos y vecinos, no se asoman por esos rumbos nunca.
Desde hace días vi que los botes de plástico que en el super mercado pueden superar los 500 pesos en precio, en la Merced estaban en 200.
Yo que no tengo tanto espacio para colocarlos, compré dos botes medianos, de aproximadamente 60 litros cada uno, que después podré utilizar como botes de basura para separar mis desechos de manera correcta. Mis botes costaron 90 pesos cada uno. Y justo esos mismos los había visto en el supermercado hace tiempo en 250 cada uno.
El ahorro es considerable, aunque yo valiéntemente me metí al metro con ellos, pero incluso para la gente que tuvo que pagar taxi o resolver cómo trasladar botes más grandes, el esfuerzo valía la pena pues, según me contaban, realmente estaban angustiados de que la promesa de las pipas gratuitas que el gobierno dice que abastecerán a la ciudad no se cumpla.
Después del metro, subí al metrobús para acercarme a hipsterland y una señora me preguntó cuánto me habían costado los botes. Le respondí con honestidad y su cara de asombro era muy grande. Me dijo que ella había visto botes como los míos en 300 pesos y los más grandes en 800 ¡Qué descaro! No puedo entender cómo las cadenas de supermercados tienen el cinismo de subir tanto los precios cuando se ha anunciado por todos los medios posibles que esta ciudad prácticamente parecerá Mordor y que si bien nos va, algunos podremos medio bañarnos en perfume pero mejor vayámonos haciendo a la idea que esto será un fin de semana de muertos más hippie que Woodstock.
Lo cierto es que mientras más me acercaba a mi privilegiado barrio, al que llamo cariñosamente hipsterland, la gente me veía más raro. Yo cargando mis botes para almacenar agua para los días de crisis y en mi colonia, que es una de las más de 400 que será afectada por el corte masivo del servicio de agua, nadie parece estar preocupado. En mi edificio hay cisterna y bomba pero yo preferí prevenir que lamentar porque ¿y si las pipas no fueran suficientes? Vivir sin agua en serio es algo que no resistiría.
Cuando abordé el metro, escuché a dos señoras que llevaban cada una 3 botes de 120 litros cada uno, hablar preocupadas del problema de escasez de agua en la Ciudad de México e irónicamente, eso me permitió mirar el lado bueno de la crisis. Por fin un problema tan grave estaba siendo parte de las conversaciones de millones de personas. En el metro, en el mercado, en la calle, en los medios, en las redes sociales. ¿Será que después de intentar sobrevivir a Mordor los próximos días por fin tomaremos en serio esta problemática?
Esto parece el anuncio de un apocalipsis chilango. El megacorte de agua afectará por igual a 482 colonias sin importar condición social ni privilegio alguno. Obviamente eso será difícil para hoteles, restaurantes y espacios rentados de airbnb y en uno de los fines de semana largos más importantes para el turismo: el de día de muertos. La CDMX se está preparando para el megacorte de agua de noviembre, por lo que además de las 650 pipas de agua, también contempla una serie de medidas para disminuir las afectaciones.
Más de 3 millones de personas serán afectadas… eso se traduce a que más de 3 millones de personas no podrán bañarse, o al menos no todos los días que dure la contingencia.
La Conagua aumentará un 15% el caudal, cinco días previos al corte para que los chilangos podamos llenar felices y contentos nuestros botes nuevos y ese caudal durará los cinco días posteriores al corte para volver a estabilizar la red de abasto.
Lo de las pipas no luce fácil porque los medios han informado que el reparto de pipas se hará a través de los coordinadores vecinales, por lo que no abastecerán agua a un solo domicilio, ya que la carga se distribuirá en la misma calle o calles aledañas.
La cosa estará así: el 31 de octubre se realizará el paro de 100% en el Cutzamala. El día 1 de noviembre faltará el agua en el 50% de la ciudad, pero se prevé que en los hogares, escuelas y hospitales tengan líquido almacenado.
Del 2 al 4 de noviembre: Al ser fin de semana, se buscará que escuelas, hospitales, reclusorios y asilos tengan llenos sus depósitos para el lunes 5.
4 de noviembre: Se restablecerá el servicio en el Cutzamala a las 5:00 am
Del 5 al 7 de noviembre: aunque los tanques de abastecimiento estarán llenos, la ciudad tendrá reservas disminuidas, por lo que el servicio se dará con horarios limitados.
8 de noviembre: se espera que el servicio ya esté estabilizado en la mayor parte de la red.
Así que si están pensando venir a pasar el fin de semana largo a la CDMX y no pueden viajar cargando sus tanques de agua, pues al menos traigan un buen desodorante y varias botellitas de perfume.