Creo que no les he contado que este 2021 por primera vez tomé la decisión, sin culpa, de darme un descanso de la maternidad, tomar una maleta e irme a unas vacaciones sin mis hijos.
Tomé el teléfono, le hablé a un amigo para poderlo visitar y comencé a planear una serie de experiencias para descansar y desconectarme de todo el estrés acumulado que sentía.
Sobrevivir a una pandemia no es fácil, pero ¿Acaso sobrevivir a la maternidad lo es? Muy pocas veces las mujeres que tenemos hijos realmente nos damos un descanso. Cuando planeamos viajes familiares casi siempre la responsabilidad de organizarlo todo, de hacer maletas, de tomar decisiones y de elegir cada cosa que la familia experimentará en las vacaciones cae sobre nuestros hombros.
Este año, como muchos otros, mis hijos -de 24 y 13- no querían ir a la playa. Y yo realmente extraño ver el mar y escuchar las olas. Accedí a no ir al mar una vez más. Ellos querían ir a San Cristóbal de las Casas, otra vez, porque les encanta porque no hace calor. Sin embargo, yo no quería todavía el estrés de viajar en un avión, en plena tercera ola del COVID-19. Tampoco lo elegimos.
Al final de repasar varios lugares llegamos a una conclusión: la única que realmente sentía que el estrés le apretaba el cuello hasta arrebatarle el aire, era yo. Y ¿Cómo no sentirse así? Si desde hace al menos 10 años 14 años la responsabilidad de ser jefa de familia se me acumula como una pesada mochila de la que no me puedo desprender.
A los ojos de cualquiera, mi vida es privilegiada. No tengo un trabajo, sino varios, y en casi todos me pagan bien, o de manera justa por lo que además me gusta hacer. Sin embargo, pareciera que nada es suficiente. El estrés por poder llegar a fin de mes es siempre el mismo, cada 30 días.
A veces no puedo evitar pensar que en efecto la vida en pareja al menos tendría la ventaja de tener dos ingresos en la familia, pero también dos opiniones, dos formas de crianza y muchísimas veces dos puntos de vista antagónicos.
Así que no, a mí me gusta mi soltería, la disfruto enormemente, solo que a veces, al menos una vez al año necesito un descanso y darme tiempo para mí.
Hace poco leía que las madres, todas, deberíamos tomar vacaciones solas y me hizo pensar, ¿cuántas mujeres, incluso en pareja, se sienten igual de cansadas que yo? Y después llegó a mis manos otro artículo, que revela que, en el mundo empresarial, las mujeres líderes tienen más burnout que los hombres, pero aun así son mejores jefas.
Y es que socialmente se nos ha llenado la mochila por generaciones. Cuidamos de otros antes que de nosotras mismas, incluso fuera de casa, en la oficina, en la calle, con las amigas. Y no se trata de que nos dejen de importar nuestros seres queridos, pero ¿hasta cuándo será a costa de nuestra salud mental y física?
Y claro no todo se soluciona agarrando una maleta y tomando vacaciones sin hijos ni marido, se necesita también mucho trabajo interno, para darnos permisos que la sociedad nos ha negado por siglos. Yo me fui solo por cuatro días y a los dos, extrañaba a mis hijos. Casi me sentí obligada a terminar el viaje, y es que darse permiso para vivir sin culpa, también es difícil.
Yo las invito, queridas lectoras, a no tener miedo de tomarse unas vacaciones de esas labores de cuidado que nadie aprecia. Que, si extrañan el mar, ¡vayan al mar! Y si quieren un fin de semana con sus amigas ¡se den ese permiso! Porque nos lo merecemos, porque nuestra salud mental, es lo más importante para poder seguir siendo buenas madres, compañeras y sobre todo, buenas personas.