Fue curioso que esa historia breve llegara a mí justo en la semana en la que cumplí 41 años. El día de mi cumpleaños escribía en mi muro de Facebook justamente que tal vez no había tenido intención de hacer una gran fiesta porque los 40 los había festejado demasiado y tal vez por eso, los 41 me estaban gritando que hay que pisar el acelerador o si no, mis sueños se seguirán de largo.
Así que, si bien para mi cumpleaños 40 el festejo arrancó desde enero (aunque mi cumpleaños es en agosto) con unas vacaciones de ensueño en París, este año más bien el compromiso de marcar una diferencia entre el sueño y la meta también comenzó con el año y no con el cumpleaños.
Pero, ¿cómo se prepara una para el viaje de tu vida?, ¿cómo sabe una cuándo es el momento de comenzar a alistar todo para comprar sólo un boleto de ida?
Desde hace tres años tengo claro mi sueño pero no había hecho mucho por alcanzarlo, hasta ahora, en 2015. No se aún si la fecha de ese boleto sencillo está cerca o lejos, lo que sí se es que ya no hay marcha atrás. Ya encontré el camino, sólo que aún no veo que tan largo será.
Igual que el hombre del video, yo no me voy a sentar a esperar que mi amor venga por mí, porque no tendría sentido. Ella no puede venir, yo tengo que ir a conquistarla.
París no es una obsesión para mí, sino una meta y justo esta semana leía que crecer puede ser doloroso, sobrevivir también, pero duele mucho más permanecer atado a un lugar al que no perteneces. Y descubrí que no hay palabras más sabias que esas.
Viajes puede haber muchos pero ¿cuántos de esos realmente no tienen retorno? Aún no me he subido a ese avión, ni he hecho la maleta y sin embargo yo se, que no hay vuelta atrás.
Ahora, ¿qué pasa por la mente de alguien que comienza a preparar escenarios para hacer un viaje así? Lo primero es pánico, porque claro, la zona de confort es segura y dejarla no es fácil, tan solo pensarlo puede ser algo imposible para muchos. Pensar en mudarte a otro país es un paso que definitivamente te colocará en el extremo opuesto de tu zona de confort.
Afortunadamente hace un par de meses conocí a una chica que me dijo algo que seguramente será la frase de mi siguiente tatuaje: “La magia comienza donde termina la zona de confort”.
Esa chica es emprendedora y también se compró un boleto sencillo… ¿hacia dónde? a la libertad de ser ella misma.
También te pones a pensar en las cosas obvias, las supervivencia, lo difícil que es rentar un departamento en París, el idioma, los gastos cotidianos, la fuerza que habrá que almacenar para que tu proyecto se convierta en una realidad, lo mucho que extrañarás a tu hijo —y a tu perro— mientras logras montar los cimientos para que ellos también tengan su propio boleto sencillo. En fin, son demasiadas cosas las que te roban el sueño y a pesar de eso, ya no puedes imaginarlo de otro modo. como si al mirar atrás te fueras a convertir en estatua de sal, tu mirada está fija en el horizonte y allí, está tu objetivo.
¿Es esta columna un decreto de que me voy a ir de México? Tal vez… aunque en realidad cuando decidí escribirla sólo estaba pensando en lo importante que es tomar la decisión de ir a por lo que uno ama, sin importar cuánto te tardes, ni cuántas veces debas detenerte a descansar.
Hace exactamente 20 años, cuando conocí al que fuera mi esposo, recuerdo que en el primer viaje de trabajo en el que coincidimos una noche estábamos cenando muy lejos de la Ciudad de México, en el norte del país cuando la conversación llevó al grupo a hablar de las cosas que extrañábamos en ese momento. Uno extrañaba a su novia, otro a sus hijos, otro a la vida cultural de la ciudad, yo extrañaba a mi perro. Sin embargo, él no extrañaba nada. Así lo dijo, sin dudarlo siquiera. A él no le hacía falta nada en ese momento en el que comíamos tacos, bebíamos cerveza, hacíamos cine y viajábamos. Él era así, un hombre completamente satisfecho.
Recuerdo que me dije: “algún día quiero ser tan libre como él”. Tal vez por eso nos casamos meses después, porque creía que podríamos ser libres juntos, cosa que nunca ocurrió. Pero ahora, que yo tengo apenas dos años más de los que él tenía en ese viaje se que estoy muy cerca de sentirme así y que cuando llegue a mi meta me sentiré exactamente igual que él se sentía aquella noche frente al mar. Sólo que yo seguramente estaré, igual que Amélie Poulin, arrojando piedras al Canal de St Martin.