“Cómo cuidar este espacio de todos?
Valóralo, no lo ensucies, no lo destruyas,
no lo pintes, no lo robes,
no lo conviertas en “tierra de nadie”,
no lo conviertas en “tierra de algunos”. ”
Hace unos días quería ver una película y el único lugar que la proyectaba era un cine en donde había un gimnasio antes frente a una plaza comercial por la calle de Diana. Me sentí acongojado porque ese lugar que empezó actividades con bombo y platillo, ahora luce como un pueblo fantasma. De todo lo que había en el lugar, ya mencioné el gimnasio, los restaurantes, el pequeño negocio de crepas, la fuente que recibía a los paseantes en el centro, nada de eso hay ahora. Lo único que sobrevive es el cine. Disfruté la película y, por una hora y fracción me olvidé del mundo. Me transporté al país y al tiempo que sugería la historia. Empaticé con los protagonistas. En fin, todo era como siempre. Como cada vez que iba al cine, me olvidaba de todo y de todos. La sorpresa fue al salir. Ya era tarde. Ya había oscurecido. Era el momento de regresar a la realidad. Y ahí me vi. Solo. La única iluminación que había, era la del cine y la del estacionamiento. Todo estaba muerto. Zona de guerra, desolada. Desierta. Lo que antes fue la maravilla de mi ciudad se había extinguido. Ahí surgieron los pensamientos que ahora quiero verter en esta columna. Espero ser claro porque son dos temas diferentes que tienen que ver entre sí.
Cuando era niño, en mi vieja Cuernavaca, los espacios públicos, esos espacios en los que convivíamos en comunidad eran el zócalo, el Jardín Revolución y en menor medida, el Jardín San Juan. Eso se fue perdiendo con los años y la modernidad. Al llegar a estos tiempos fuimos perdiendo los espacios públicos y los espacios privados, es decir, las plazas comerciales, fueron desplazando a aquéllos. Actualmente, los jóvenes y las familias pasean y se encuentran en las plazas comerciales. De hecho, se ha dividido esto, de tal manera, que los espacios públicos que quedan son para una clase de personas y los espacios privados, convertidos en públicos, son para otra. El hecho es que los gobiernos tienen que poner atención en los espacios públicos para que haya expresiones artísticas y culturales diversas que provoquen que sean visitados. Que sean aprovechadas por nuestra comunidad. Hay varios espacios públicos a los que no se les pone atención y se han convertido en guaridas de delincuentes. Tenemos que rescatarlos. Y hay otra razón por la que los espacios públicos se están perdiendo: la delincuencia. Como la gente tiene miedo de salir a las calles por temor a ser agredida, prefiere o no salir o ir a una plaza comercial que, seguramente, tiene más vigilancia y hace que uno se sienta más seguro. La cultura de una ciudad no sólo se encuentra en los museos, en las bibliotecas, en las escuelas. La cultura de una comunidad también se encuentra en sus calles. Y además, los espacios públicos refuerzan el sentido de pertenencia, los valores éticos, colectivos y sociales. Dan fuerza a la comunidad y le dan vida y colorido haciéndola única.
Y en el caso de los espacios privados me llegan otro tipo de reflexiones. Estamos siendo invadidos por muchas plazas comerciales. El gobierno se pavonea y hace gran alharaca de los logros para crear fuentes de empleo. Todo ello puede ser verdad. La actividad empresarial es fundamental para que haya flujo y movimiento de dinero. Pero lo que vi ese día que fui al cine me provoca sospechas. Mi reflexión es que cada vez que se abre una nueva plaza, ésta se convierte en la atracción de la comunidad por un tiempo. La gente se emociona y se distrae visitando las plazas comerciales y consumiendo en esos lugares maravillosos, comprando ropa y zapatos de marca, convirtiéndose en esclavos del consumismo. Aunque eso es otra historia. Pero una vez construida otra nueva plaza comercial, ésta se convierte en el centro de atracción, disminuyendo las visitas a la anterior hasta lograr el cierre por su ausencia. ¿Y entonces qué sucede con todos aquellos empleados y empleadas que laboraban ahí? Son despedidos y tienen que buscar un nuevo empleo en la nueva plaza. Por tanto, se pierden esas fuentes de empleo que tanto cacaraqueó el gobierno. Así que, mi opinión es que se tiene que buscar un equilibrio para vivir de manera más armónica.
Sólo dejo como reflexión lo que observé: Creo que se les está dando más importancia a los espacios privados que a los públicos. Y eso va en detrimento de nuestras comunidades. De su identidad y desarrollo.