"Nada es más fácil que denunciar al malhechor;
nada es más difícil que entenderlo”.
Fiódor Dosteyevski
Recientemente hemos comenzado este nuevo año. Casi todos hemos coincidido en que los dos últimos han sido terribles en nuestras vidas. Tanto por la pandemia, la falta de trabajo, el encierro, entre otras cosas, y si agregamos los fallecimientos de familiares y amigos cercanos, la vida en general se ha tornado muy difícil. Terrible. Lamentable.
He insistido mucho en que los que todavía estamos aquí somos sobrevivientes y, además de aprender la lección, tenemos que cambiar el paradigma de la vida como la habíamos llevado. Creo que muchos de nosotros vemos la vida de una manera diferente. Aprendimos que, dado el descontrol que hemos tenido por parte de autoridades, fake news, opiniones de amigos, videos extremistas y otros elementos negativos, había que tomar el control en medio de ese descontrol. Cada uno de nosotros ha tomado las medidas necesarias para seguir tratando de no contagiarnos y de cuidar a los nuestros.
Hemos estado aprendiendo a cambiar el modo tradicional de comunicarnos, de asistir a eventos, de educar a nuestros hijos. La intimidad ha cambiado porque dejamos a extraños entrar a nuestra intimidad a a través de las pantallas. El concepto de confianza ha cambiado también porque en la medida que los demás se cuidan, entonces puedo reunirme con ellos o dejar de asistir a algunas reuniones. Yo me cuido, tú te cuidas. Todos nos cuidamos.
Hemos estado tratando de mantener un equilibrio emocional o psicológico de todas las maneras posibles. Y el mejor comienzo es comprendiendo y aceptando que algo está mal. Debemos seguir manteniendo una postura optimista de que saldremos bien librados de esta pandemia en lugar de tener pensamientos negativos y sentimientos de culpa por lo que haya sucedido a nuestro alrededor.
Y justamente, como al inicio de cada año tenemos proyectos, planes y deseos de mejorar, es fundamental que nos enfoquemos en, además de lo puramente personal, en la educación en valores de nuestros hijos. En las nuevas generaciones.
Si es que antes no lo vimos o no quisimos darnos cuenta, este es el momento de hacerlo. Los valores nos darán nuevas formas para enfrentar todo lo que viene en el futuro. Los valores humanos son aquellos aspectos positivos que nos permiten convivir con otras personas de un modo justo con el fin de alcanzar un beneficio global como sociedad. Si las futuras generaciones no son educadas en valores, entonces, cada quien tendrá su propia comprensión de las cosas y seguiremos enfrentándonos entre nosotros mismos porque sólo querremos beneficiarnos de manera individual sin mirar a los demás.
En la educación en valores se deben estudiar, implementar o aplicar los siguientes diez elementos:
La bondad: que es el deseo de hacer el bien. Tener buenas intenciones. Ser amable y ayudar a quien lo necesita.
La sinceridad: que se traduce en relacionarse y vivir sin intenciones ocultas por medio de nuestras palabras y acciones.
La empatía: significa ponerse en el lugar de los demás. Si tú quieres bondad, amor, comprensión, ayuda, es lógico que los demás querrán lo mismo. Y eso nos lleva, además de comprender a los otros, también me impulsará a ayudarlos.
El amor: es el motor o disparador para dar y recibir. Para compartir, confiar, respetar, entre otras cosas.
La paciencia: nos ayuda a ser tolerantes. A no apresurarnos, todas las cosas llegan a su tiempo. Y también nos impulsa a insistir en lo que queremos. Espero, pero continúo. Hay días buenos y malos. Pero todo lo malo pasará.
Gratitud: es un valor que nos enseña a dar gracias por todo lo que sucede. Tanto lo que consideramos malo como lo bueno. Porque todo tiene una razón de ser. De todo aprendemos. Todo encierra una lección que comprenderemos con el tiempo.
El perdón: nos permite enseñar el camino correcto a aquella persona que nos ha hecho daño. El perdón nos ayuda a desistir de la venganza o el castigo.
La humildad: esta nos enseña a que no somos superiores a los demás. Nadie lo sabe todo. La humildad nos enseña a preocuparnos por todo lo que nos rodea, la gente. Nuestra madre tierra.
La responsabilidad: empieza con uno mismo. Está relacionada a nuestros deberes y obligaciones. Tanto con uno mismo como con terceros.
La solidaridad: es el sentimiento y principio para ayudar a los demás en momentos difíciles o de desamparo.
¿Podemos comenzar educando en valores a las nuevas generaciones o nos esperamos al siguiente año?