"Quien vive con más desahogo
no es el que tiene más,
sino el que administra bien
lo mucho o poco que tiene.”
-Angel Ganivet-
Tenemos demasiados distractores. Tantos, que cada día que pasa menos atención ponemos a lo importante. Nuestra atención se centra en lo urgente pero lo importante lo hacemos a un lado. Cuando era niño la vida era simple. Muy simple. Después de la escuela llegábamos a casa a comer, después de hacer la tarea, si había, me salía con los amigos vecinos a la calle, jugábamos al bote pateado o a las escondidillas. Regresábamos a casa, merendábamos y veíamos la tele un rato. Platicábamos con mi mamá de muchas cosas. Tal vez de cosas simples pero con mucho significado, las historias de su pueblo eran las que más me encantaban. El abuelo Víctor y la abuela Natalia vendían sus productos en el mercado de su pueblo, y allí aprendieron muchas cosas para tratar de vivir mejor.
Había un hombre que siempre hablaba de tener cuidado con el dinero. Decía que no importaba si ganabas poco o mucho, siempre había la oportunidad de tener un excedente para ahorrar. Que esto era importante porque un día uno ya no tendrías fuerzas para trabajar y entonces, ¿de qué vivirías? Siempre, decía él, había qué saber cómo gastar el dinero porque éste te quema las manos. Nomás llega a ti, y quieres ir a gastarlo. Mencionaba que mientras más dinero tenías, más querías gastar. Que aparentemente tus “necesidades” eran más mientras más tuvieras. En conclusión, que una persona era más feliz si sabía gastar y ahorrar porque podía disfrutar de las dos cosas al mismo tiempo.
Me he puesto a pensar en las cosas que tenía en mi niñez. Eran pocas, pero suficientes. Había pocos canales de televisión y una sola televisión. La tele, de alguna manera era el momento de reunión familiar, y teníamos preferencia por un canal determinado. Si querías cambiarlo de canal, tenías que pararte para hacerlo; un solo teléfono para toda la familia, y existía el dicho de que el teléfono servía para acercar distancias y no para alargar conversaciones. Un solo salario era suficiente para las necesidades de una familia.
Los tiempos han cambiado tanto que dicen que los canales de comunicación son más y nos han acercado tanto que… yo creo que nos estamos perdiendo. Las conexiones eran alámbricas. Ahora casi todo es sin cables. Me siento frente al televisor y, con tantos canales que tenemos, me la paso cambiando de canales con el control remoto, y nada me gusta. Nada me satisface. Nada me contenta. Al final, apago la tele. Nada me gusta. Ahora mando mensajes por whatsapp y, si necesito hablar por teléfono con alguien, primero le tengo que mandar un mensaje para preguntar si puedo llamarle. La confianza también se va perdiendo.
En las noches todos se van a sus habitaciones. Ya no hay convivencia. Los niños se encierran y se la pasan metidos en sus celulares viendo cuanta cosa. Y los papás… bueno.
El orden se ha ido perdiendo en todos los sentidos. Lo peor es que no nos damos cuenta. Yo ya me estaba perdiendo entre tantos pensamientos que tengo. Con respecto de los dineros y el ahorro, me he preguntado muchas cosas. Se supone que hay un orden para los gastos en las familias. Para los gastos en el gobierno. Se supone que debe haber un presupuesto, es decir, un plan de gastos para enfrentar las necesidades. Y lo que nos ha sucedido en estos tiempos de gobiernos vanos y mentirosos es que nos dicen que no hay suficiente efectivo. Los dineros desparecen y nadie da una explicación y, mucho menos hay rendición de cuentas.
Mi humilde opinión sigue siendo la misma. Se llevan el dinero los malos gobernantes porque saben que nadie hará nada para exigir que ese dinero sea devuelto. Pero dinero hay. Ni las personas ni los gobiernos pueden tener éxito sin ahorrar. Y ahorrar no es sólo guardar el dinero, sino saber cómo y en qué gastarlo. Esperamos mucho de este gobierno. El paradigma puede ser cambiado si hay voluntad. ¿La hay? Y de parte de los ciudadanos, tenemos que ser más participativos y exigentes con nuestros gobernantes para que todo mejore. ¿Estamos listo para la democracia participativa? Desde niño escuché que somos un país rico, entonces ¿por qué hay tanta pobreza? Sigamos el ejemplo de otros países. Se puede. Benjamín Franklin decía que el camino hacia la riqueza depende fundamentalmente de dos palabras: Trabajo y ahorro. Y en el caso de una sociedad, agregaría: comunicación para lograr acuerdos benéficos para nuestras comunidades.