"Todos los aprendizajes más importantes
de la vida se hacen jugando”
-Francesco Tonnuci-
Bruselas es mi segundo hogar. Llegué en 1984 y viví por dos años más o menos. Vivía en la Av. Du Derby, muy cerca de un bosque con un lago hermoso que invitaba al descanso, a la contemplación y dejar volar la imaginación. Aprendía muchas cosas durante mi estancia. Cosas que nunca tuve en mi México querido. Disfruté de nuevos amigos y amigas, así como de conciertos de ópera y música clásica y otras expresiones musicales que me hacían pensar que estaba no sólo en otro país, literal, sentía que era otro planeta. Despertó mi imaginación como nunca lo había soñado. Para pertenecer al club de magia de Bruselas tuve que presentar unos efectos mágicos. Nadie se sorprendió con lo que hice. Eran magos conocedores. En ese momento recordé un juego de magia que había aprendido de mi época vendiendo conos de fruta en el mercado Adolfo Mateos. Lo presenté, y para mi sorpresa, ninguno de los magos lo conocía. Intercambiaban miradas de ¿sabes cómo lo hizo? Finalmente les expliqué el secreto y me aceptaron en el club. Mi primer libro formal de magia fue en francés. A partir de ahí, aprendí lo que nunca habría aprendido de haberme quedado aquí en México. De igual manera, al mirar todas las expresiones artísticas callejeras en las calles de Bruselas, me animó a tocar mi guitarra y cantar en las calles. ¡Sentía una libertad maravillosa! La gente se detenía para disfrutar la música. Para olvidarse de la rutina diaria mientras soñaban por un rato. Ahí aprendí, de manera contundente, que lo más hermoso de la vida era vivir de lo que te gusta hacer. Picasso decía: “Cada segundo de vida es un momento nuevo y único en el universo, un momento que nunca se repetirá. ¿Y qué les enseñamos a nuestros hijos? Les enseñamos que dos y dos son cuatro, y que París es la capital de Francia. ¿Cuándo les vamos a enseñar también lo que son? Deberíamos decirle a cada uno de ellos: ¿Sabes quién eres? Eres una maravilla. Eres único. En todos los años que han pasado, nunca ha habido otro niño como tú. Tus piernas, tus brazos, tus dedos, la forma en que te mueves. Quizá te conviertas en un Shakespeare, un Miguel Ángel o un Beethoven. Tienes la capacidad para hacer cualquier cosa. Sí, eres una maravilla. Debes trabajar, todos debemos trabajar, para hacer al mundo digno de sus niños”. Y remata afirmando: “Todos los niños nacen artistas, lo difícil es seguir siendo un artista cuando crecemos.”
Más tarde descubrí un lugar en el que se despertó, mejor dicho, se proyectó mi imaginación: La Mediatheque. Este era un lugar donde tenían colecciones de discos de acetato, -¿se acuerdan?- de diferentes países del mundo. Muchas expresiones para aprender y disfrutar. Colecciones de películas, muestra de diferentes directores y nacionalidades. Todo con el propósito de despertar la imaginación, recrearse, reinventarse y crear e inventar mundos diferentes. Ahí conocí a un grupo de Rock local llamado “Mano Negra” en el que estaba un tal Manu Chao, quien al pasar de los años no sólo ha dado a conocer su música aquí en México sino también ha participado con sus rolas en películas mexicanas.
La vida comienza jugando. El juego es fundamental para el desarrollo de un niño, dicen. Pero yo agregaría que el juego también da como resultado personas diferentes. Más empáticas y solidarias. Despertar la imaginación es darle libertad al espíritu.
Francesco Tonucci, Frato, como se le conoce dice que: Hay que dejar tiempo a los niños por las tardes para que hagan cosas diferentes y luego tengan temas de conversación para hablar en clase. Esto requiere no mandar demasiados deberes, ya que pasan suficiente tiempo en el aula. Darle más poder y libertad a los niños; que éstos sean el centro de formación contando sus experiencias. Afirma que, si los niños participan activamente en la gestión y en la toma de decisiones escolares, como la estipulación de las reglas que se aplicarán en los recreos, el niño no se sentirá esclavo, sino un ciudadano libre y soberano que es uno de los objetivos que debe perseguir una escuela democrática.
En el prólogo del libro, que por cierto fue publicado por el Instituto de Cultura del Estado de Morelos, “la otra regla del juego. La azarosa vida de las ludotecas en México”, escrito por Inés Westphalen Ortiz, se menciona que el juego no es un derecho que debe concedérseles a niñas y niños, sino un derecho que debe ser reconocido jurídicamente y fomentado a través de programas y políticas que le den el estatus que merece, como elemento constructor de su vida y como garante de muchos otros derechos. Aprovecho este espacio para dar un reconocimiento a mi querida Itziar e Iñaki Ulacia, grandes amigos que diseñaron la portada e interiores de este libro.
Es momento de pensar, reflexionar y ofertar espacios de este tipo en nuestras comunidades y mejorar las que ya existen. Crear ludotecas en las que nuestros niños, (y adultos. ¿Por qué no?) despierten su imaginación, que seguro los llevará a imaginar un mundo mejor. En la Convención sobre los Derechos del Niño, artículo 31, el juego es reconocido, al igual que el esparcimiento y el descanso. Y con esto va aparejado el concepto de juguete, porque un juguete bueno es aquel que sin ser nada concreto puede ser todo, como dice Frato, este gran psicopedagogo creador del concepto de La “Ciudad de los niños”. Por cierto, con la magia cibernética de nuestros tiempos, me acabo de suscribir a la Mediatheque de Bruselas. ¡Qué maravilla!