“El miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo.”
-Eduardo Galeano-
Cuando era niño, todos los fines de semana eran de ver películas de Pedro Infante. Toda la familia se reunía frente a la televisión para disfrutar, reír y llorar con el ídolo del pueblo. Muchas de esas películas se quedaron grabadas en mi mente infantil y después, ya más grande y estudiado, analizadas concienzudamente.
Como botón de muestra, en la “oveja negra”, Silvano tiene un padre, Don Cruz Treviño Martínez de la Garza, borracho, machista, desobligado, agresivo y mujeriego, entre otras cosas, que hacía sufrir, no solamente a su esposa, sino a toda su familia. Sin entrar en muchos detalles de la película, por falta de espacio, sólo quiero decir que esos eran los modelos de comportamiento de hombres y mujeres de nuestro México. Eso era parte de la educación del mexicano promedio. Ahí se veían reflejadas las características de la mujer. Ella debía de ser buena, sumisa, obediente, estar siempre metida en casa, cuidando a los niños, no debía cuestionar a su esposo por nada del mundo, no tenía permitido trabajar, ni siquiera podía emitir una opinión. Por cierto, recuerdo una frase que escuché cuando era niño: “la mujer, como la escopeta: Siempre cargada y detrás de la puerta”.
El hombre era el “proveedor de la familia”, el “jefe de la casa”, podía hacer lo que quisiera porque por eso era el hombre. Y “hacer lo que quisiera” era literal. Podía irse de farra con sus amigos, y si quería, con otras mujeres, ¿por qué no? ¿Y la esposa? Tenía que soportar esta situación con “amor”. Para conservar a la familia. Por sus hijos.
Es importante mencionar que las películas de esa época, como en todas, reflejan la situación social que se vive. Pero son modelos también de influencia en el comportamiento de la gente. De ahí su importancia y análisis.
Ahora las cosas han cambiado. Pero aún quedan vestigios del machismo. Y en muchos casos, lo que se piensa que puede ser adecuado, también puede ser una ofensa para la mujer. Los piropos, la mirada de los hombres, por ejemplo, acciones que ya deben ser evitadas y erradicadas.
"No quiero sentirme valiente cuando salga a la calle, quiero sentirme libre". Ese el grito de la mujer actual. Salir a la calle y recibir “piropos” groseros, miradas libidinosas, tocamientos fuera de lugar o ataques físicos son moneda corriente en nuestros días. Ya se ha dicho hasta el cansancio. Si esas mujeres fueran tu madre, tus hermanas o tu esposa, ¿las tratarías así?
La violencia de género se ha desbordado en nuestro país. Sólo en enero de 2020, se registraron un total de 73 feminicidios, de acuerdo con las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. En enero del 19 fueron 75 feminicidios en el mismo mes. Y en todo 2019 se registraron un total de mil 10 feminicidios, en comparación con los 913 de 2018.
Entre otras cosas, la violencia de género tiene su origen en la cultura, las leyes, la lengua, la educación y la religión, que han mantenido a la mujer en una condición de inferioridad. Las drogas o el alcohol no son las causas. Estos sólo son medios por los cuales estos hombres se atreven a ejercer la violencia contra sus parejas.
En España, por ejemplo, hasta 1963, era un derecho del marido matar a su cónyuge por adulterio. Es decir, hace apenas 57 años. En algunos países se sigue considerando a la mujer como parte de la propiedad privada y se sigue disponiendo de su vida, lo cual es un absurdo.
No debemos seguir viviendo así, todos tenemos los mismos derechos y obligaciones. Hombres y mujeres somos iguales. Sí. Ya está reglamentado. Sin embargo, seguimos los modelos que se quedaron enraizados en el alma. Por esa razón, todos y todas tenemos que contribuir para erradicar el modelo machista. Comenzando desde la casa, la religión, la escuela, el trabajo y las políticas públicas reales, no las de papel.
El Convenio de Estambul (Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica) en su artículo 16 habla de la implementación de programas preventivos de intervención y tratamiento en la violencia contra las mujeres, estableciendo que se tomarán medidas legislativas u otras para crear o apoyar programas dirigidos a enseñar a quienes ejerzan la violencia doméstica a adoptar un comportamiento no violento en las relaciones interpersonales para prevenir nuevas violencias y cambiar los esquemas de comportamiento violentos. Todo está establecido y dicho. Que las autoridades cumplan este protocolo en el que todo está bien detallado y explicado. Podemos y debemos acabar con esta lacra social. Termino esta nota con una frase del psiquiatra español Luis Rojas Marcos: “Esta ansia irracional de dominio, de control y de poder sobre la otra persona es la fuerza principal que alimenta la violencia doméstica entre las parejas”. ¡Ni una más!