“Es lo mismo para todos: la gente se casa,
se quiere todavía un poco de tiempo, trabaja.
Trabaja tanto que se olvida de quererse.”
-Albert Camus-
La peste
La mayoría de los analistas, bueno, muchos, porque no los he leído a todos, ya están “futureando”. Se refieren en sus columnas a los presidenciables. Dicen que los gobernadores que ofrezcan mejores estrategias para enfrentar al mal que nos aqueja tendrán mejores oportunidades para las próximas elecciones. En otros casos, se habla de lo mal que está Estados Unidos porque tiene el mayor índice de contagiados en América. También se habla de la situación de Italia y lo grave que ha sido esta historia al tener que desconectar pacientes mayores de edad y dejarlos morir para conectar a pacientes más jóvenes.
Por otro lado, las redes tocan mucho este tema desde diferentes ángulos. Algunos hablan sobre las diferentes formas de prevenir o medicarse para evitar el contagio. Hay varias fórmulas: el té de jazmín, el té de diente de león, las vaporizaciones, gárgaras de sal o vinagre, en fin, hay de todo y para todos.
Todos los medios hablan de eso. Pero yo me pregunto: ¿Habrá alguien que se preocupe de los sentimientos y las emociones de nuestra gente? Bien sabido por todos es que la depresión es el mal actual de nuestra sociedad.
Se dice que hace algunos algunos años, las enfermedades mentales eran problemas característicos de la sociedad adulta, sobre todo, de clase obrera entre los 40 y los 55 años de edad, que, afectada por el estrés del trabajo, el hogar y su entorno veía perjudicada su salud. Sin embargo, las condiciones en este nuevo siglo han cambiado, se exige más en el trabajo, se tiene menos tiempo, los horarios han modificado nuestros hábitos, aquí hago un paréntesis: Me parece aberrante que los estudiantes universitarios tengan horarios de “estudio” fuera de toda proporción. En mis tiempos había turno matutino y vespertino, pero ahora hay muchas facultades en las que los estudiantes tienen que estar todo el día, quitándoles parte de su vida. Las enfermedades mentales ahora aparecen en sujetos más jóvenes; y las tecnologías actuales se han apoderado de nuestro día a día. Obviamente, la evolución de la sociedad va de la mano del progreso de este tipo de patologías.
Se sabe que las personas que sufren obsesiones mentales pueden tardar una media de 8-10 años en acudir al psicólogo o al psiquiatra. Porque no se dan cuenta. Sin ser conscientes, comienzan a transformar sus hábitos cotidianos y a ser subordinados de su trastorno. Sólo cuando esos problemas empiezan a afectarles en su día a día y a ocasionarles serias dificultades en su vida laboral o personal deciden dar el paso y acudir a un especialista, normalmente motivados por algún amigo o familiar cercano.
Por cuestiones de espacio, mencionaré estos trastornos de manera resumida para después llegar a conclusiones sobre la pandemia que nos está afectando actualmente:
Workaholic: enfermedad que genera una obsesión por el trabajo en el paciente. Cuando no trabaja, el individuo llega a sentir una sensación enfermiza de vacío, angustia y depresión; ortorexia: Se presenta como la obsesión por comer saludable, desarrollando sus propias reglas alimenticias y preocupándose en exceso por la calidad de los alimentos. Si esas reglas se sobrepasan, llegan a sentirse culpables y entran en estado de depresión; vigorexia: estrechamente vinculada a la anterior. Se refiere a la persona que acude a los gimnasios, afectando especialmente a hombres (aunque cada vez son más los casos de mujeres); esteticohólico: este trastorno mental genera una sensación constante de insatisfacción en el paciente y le lleva a obsesionarse con la cirugía estética; ciberdependencia: Es una enfermedad asociada a la obsesión con los videojuegos e Internet, llegando a existir casos de personas que son capaces de jugar durante 16 horas de forma ininterrumpida o no pueden vivir sin estar “conectados”; síndrome de Estocolmo: Es un trastorno emocional y mental que se representa en la justificación moral y el sentimiento de gratitud constante de un sujeto hacia otro; síndrome de Ulises: Se define como una sintomatología depresiva que afecta especialmente a los trabajadores emigrantes, los cuales se ven con la necesidad imperiosa de viajar constantemente; bulimia: Este trastorno psicológico se define como un trastorno alimenticio a través del cual el individuo comienza a darse atracones de comida a deshoras para posteriormente proceder a eliminarlos de su cuerpo mediante vómitos y laxantes; anorexia: Este trastorno alimenticio y neurótico se da especialmente en las chicas más jóvenes. Se define como un temor inexplicable del sujeto a comer por miedo a engordar. Va acompañada de otros problemas como falta de autoestima, depresión y nerviosismo, y por último; trastorno del humor con disforia: Genera síntomas de falta de ánimo, tristeza, desesperación e irritabilidad repentinos que se pueden tornar en constantes.
¿Qué consecuencias estaremos esperando de esta pandemia que estamos padeciendo? ¿Los gobiernos, y hablo en general, están previendo políticas públicas para intervenir a pacientes por las consecuencias mentales que surgirán después de la crisis o que ya se están dando?
Es momento de comenzar a analizar lo que tenemos como consecuencia en este momento y cómo se tendrá que intervenir en el futuro próximo.
Por lo pronto, mis conclusiones para afrontar este mal son la responsabilidad, la empatía, la solidaridad y el amor. Más las que tú, querida lectora, lector, quieras agregar.