“Giramos alrededor de nosotros mismos,
nos restringimos en nuestra mismidad,
incapaces de construir relaciones con los demás.”
-Byung-Chul Han-
Filósofo contemporáneo.
Byung-Chul Han, filósofo nacido en Corea del Sur, es, en mi opinión, el claro ejemplo de lo que significa la palabra “global”. Es profesor de la Universidad de las Artes de Berlín. Escribe en idioma alemán y está considerado como uno de los filósofos más sobresalientes del pensamiento contemporáneo por su crítica al capitalismo, la sociedad del trabajo, la tecnología y la hipertransparencia.
En su natal Corea estudio metalurgia, y, en realidad no le gustaba, causó una explosión en su casa y eso le hizo desistir de esos estudios. Él quería estudiar algo diferente como literatura, pero sabía que sus padres no se lo permitirían. ¿Dónde he escuchado algo similar?
Así que se fue a Alemania y allí comenzó su historia y sus reflexiones que actualmente hacen cuestionarse sobre la vida que vivimos.
Es autor de dieciséis libros, de los cuales los más recientes tratan acerca de lo que Han denomina la «sociedad del cansancio» (Müdigkeitsgesellschaft), en la que caracteriza a la sociedad actual como un paisaje patológico de trastornos neuronales, tales como depresión, trastorno por déficit de atención con hiperactividad, trastorno límite de la personalidad y agotamiento (burnout). Afirma que no se trata de «infecciones» sino de «infartos», que no son causados por un fenómeno negativo de inmunología en las personas sino por un “exceso de positividad”. Asegura que en la novela “1984” de George Orwell la sociedad era consciente de que estaba siendo dominada, pero que actualmente no tenemos ni esa consciencia de dominación. Tiene una tesis en la que manifiesta que los individuos de esta época se autoexplotan y sienten pavor hacia el otro, el diferente. Viviendo así, en “el desierto, o el infierno, de lo igual. Y muestra algunos ejemplos que ponen a pensar: Antes la televisión era un aparato que unía a las familias. En mi caso, recuerdo cuando niño, cómo nos reuníamos frente al televisor para ver “el chavo”. Y no solamente la familia, sino hasta los vecinos que no tenían tele o preferían pasarla con nosotros. Compartíamos sus alegrías y sus tristezas juntos. Y en el caso de las señoras, las telenovelas eran el tema del día a la hora de ir a hacer las compras a la tiendita de la esquina o a la tortillería. Había convivencia, tal vez, diría yo, se hacía comunidad. Ahora, dice el filósofo, la gente, de manera individual, se da sus atracones de series (binge watching), visualizando sólo aquello que le gusta, y esto nos lleva a la proliferación de lo igual, como antes, pero ahora de manera individual, y rechazamos lo diferente. Parece una contradicción. Pero más claro, ni el agua.
Actualmente vivimos presionándonos a nosotros mismos para ser mejores. Tenemos que hacerla o si no, se nos acaba la vida. Han le llama “autoexplotación” y la explica así: “Se vive con la angustia de no hacer siempre todo lo que se puede”, y si no se triunfa, es culpa suya. “Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando; es la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome del trabajador quemado”. Y la consecuencia, peor: “Ya no hay contra quien dirigir la revolución, no hay otros de donde provenga la represión”. Es “la alienación de uno mismo”, que en lo físico se traduce en anorexias o en sobreingestas de comida o de productos de consumo u ocio.
Hay muchas de sus teorías que están causando revuelo en el mundo;pondré unas últimas reflexiones por falta de espacio.
Sobre el Big Data menciona que “Los macrodatos hacen superfluo el pensamiento porque si todo es numerable, todo es igual... Estamos en pleno dataísmo: el hombre ya no es soberano de sí mismo, sino que es resultado de una operación algorítmica que lo domina sin que lo perciba. Y, entre otras cosas, sobre la naturaleza o el “jardín” como el filósofo la llama nos dice: “Yo soy diferente; estoy envuelto de aparatos analógicos: tuve dos pianos de 400 kilos y durante tres años he cultivado un jardín secreto que me ha dado contacto con la realidad: colores, olores, sensaciones... Me ha permitido percatarme de la alteridad de la tierra: la tierra tenía peso, todo lo hacía con las manos; lo digital no pesa, no huele, no opone resistencia, pasas un dedo y ya está... Es la abolición de la realidad; mi próximo libro será ese: Elogio de la tierra. El jardín secreto. La tierra es más que dígitos y números.
Muy provocador, en mi opinión, son todos estos pensamientos. Obvio, también tiene sus ventajas, creo. Porque por la contingencia que estamos viviendo, son justamente, los aparatos de ahora son los que nos permiten seguir estando comunicados. Seguramente, tú te has conectado ya en esas plataformas de video que nos hacen más cercana la compañía, y tal vez el amor y el afecto. ¿O será que todo esto también fue planeado para empezar la programación del nuevo modelo de ser humano que quieren los dueños del mundo y la tecnología?
Hace unos días escuché que el teléfono celular ya no es para hacer llamadas. Dicen que el celular es el control remoto de nuestras vidas porque en él está toda tu vida, están tus redes sociales, las noticias, tu cuenta de banco y tus compras, entre otras muchas cosas. ¿Soy yo quien maneja el celular o es el celular el que me maneja a mí y a mi vida?