“La música es la mediadora entre
el mundo espiritual y el de los sentidos.”
-Ludwig van Beethoven-
Lao Tzu Decía que la música en el alma puede ser escuchada por el universo. Jason Mraz afirmaba que la música es un arma en la guerra contra la infelicidad. Y yo sostengo que la música (aquella que nos ha llegado al corazón) es la banda sonora de nuestras vidas.
Seguramente no existe persona alguna que no tenga alguna canción o melodía favorita. Y obviamente, me refiero a esa música que hace que nuestro espíritu despliegue sus alas y nos lleve a mundos insospechados. A viajes maravillosos. Ya sean de amor, de nostalgia, de inspiración, de sensaciones edificantes y constructivas.
Y si nos vamos a pensamientos de tiempos más lejanos, Platón aseguraba que el ritmo y la armonía encuentran su camino hacia el interior del alma. Y de eso, estoy completamente seguro. No importa si eres desafinado o si te da pena cantar, por lo menos, la música, en determinados momentos, nos pone a tararear. A mí siempre me ha gustado la música, y lo acepto, nunca podría vivir sin ella. Es magia en el aire que se respira, que entra por cada poro de mi piel y me regala la vida.
Si lo pienso detenidamente, creo que estarás de acuerdo conmigo. Cuando me di cuenta que con la música podía calmar a mis hijos hasta dormirlos, yo mismo entraba en un mundo hipnótico que hizo que a cada uno de ellos le escribiera una melodía propia. Cuando nació mi lobo Paeli (anagrama del nombre de mi hijo), desde el primer día, y a partir de todas las noches, era una melodía de Mozart la que le ponía para encaminarlo en el viaje al sueño. El concierto para clarinete en A mayor k. 622, del cual comparto el link de youtube por si quieres escucharla: https://www.youtube.com/watch?v=7dK0CWmE_oU
Y a Manzanita, mientras la arrullaba, lo hacía con una melodía del Maestro Ennio Morricone (QEPD) y que seguramente conoces: Cinema Paradiso: https://www.youtube.com/watch?v=1FzVWlOKeLs
Es verdad que la música es poesía en el aire. Desde tiempos remotos, la música ha sido una de las mejores formas (tal vez la mejor) de establecer vínculos y mantener la cohesión de un grupo porque el ser humano es un ser sonoro y musical.
Con la ciencia actual, podemos estudiar los efectos de la música con cimientos más sólidos. Con la música se detecta un aumento de los niveles de oxitocina, que se traduce en estados conductuales y emocionales de mayor confianza, bienestar, amistad y relación entre todos los integrantes del grupo. Los estudios de neuroimágenes muestran que se establecen nuevas conexiones neuronales, se modifican los niveles de neurotransmisores, se activan determinadas glándulas que afectan a la producción de hormonas. Todo ello tiene su repercusión en nuestras constantes fisiológicas, en nuestro estado de ánimo y, también, en nuestras capacidades cognitivas.
Por ello es importante considerar el potencial terapéutico de la música, sobre todo, en momentos como estos en que estamos aislados. Es tan capaz y poderosa que el simple hecho de escucharla diariamente durante seis meses mejora aspectos cognitivos en personas que se recuperan de daños cerebrales ocasionados por un ictus, (brusca obstrucción de un vaso sanguíneo cerebral -trombosis, embolia-, a su rotura -derrame- o a ambas (apoplejía). (Särkämo, 2008).
Hace algunos años participé con Silvia Elena Gutiérrez, gran amiga, en una actividad llamada “gimnasia cerebral”. Visitábamos asilos para realizar actividades con nuestros adultos mayores con el fin de mantenerles activas sus neuronas. Conocí a algunas personas con alzhéimer, cuya memoria estaba apagada. Sin embargo, la música lograba el milagro. La música recuperaba sus recuerdos. Recordaban la letra de las canciones que fueron importantes para ellos. La banda sonora de sus vidas. Yo miraba cómo sus ojos se encendían, cómo la sonrisa regresaba a sus labios. Cómo los versos comenzaban a surgir. Me imagino que recordaban sus tiempos, sus anécdotas. Sus vidas. Los vi felices después de tanto tiempo de oscuridad en sus vidas.
Ahora lo sabemos, ésta es una terapia que se utiliza en varios casos de la enfermedad. Cuentan una anécdota, ya en el área de investigación: Cuando Toño presenció la reacción de su abuela al escuchar “Sabor a mí” no pudo contener el llanto. La vio feliz. La vio moverse al ritmo de un verso que fue capaz de despertarle recuerdos, actitudes y gestos que ya daba por perdidos. Esa misma tarde, Francisca comió mejor, se relacionó con facilidad con sus cuidadores y le dio a su nieto el primer beso en cinco años.
La música es un elemento a incorporar desde la educación temprana. No como algo aislado u opcional. La música nos construye, reconstruye y deconstruye. La música nos salva. La música nos sana. El simple hecho de escuchar una canción, produce cambios en nuestro estado fisiológico -en la presión arterial, frecuencia cardiaca- se liberan endorfinas y disminuye el cortisol (hormona del estrés), que puede ayudarnos a mejorar el rendimiento de nuestro sistema inmune.
Si haces el experimento de leer este artículo mientras escuchas una de las melodías que he mencionado, o una de tu preferencia, te garantizo que tendrás una sensación diferente a que si lo haces sin una música de fondo.
La música, es también, parte de la cultura de la paz.