“Cada vez que se crea una frontera,
y se construye un puente para superarla,
ambos lados salen beneficiados.”
-Anónimo-
Dicen que no hay mal que por bien no venga. He hablado en columnas anteriores de todos los estragos que ha causado la pandemia en todos los seres humanos. Hombres y mujeres nos hemos visto envueltos en un maremágnum de situaciones, muchas muy dolorosas y, algunas otras, que a pesar del dolor que nos causa, nos han dado una lección maravillosa. Pero para llegar a estas conclusiones debemos abrir nuestro corazón y nuestra mente.
Entre algunas de las lecciones que ha dejado la pandemia está aquella de que no importa el dinero que tengas, porque al final, todos, y ricos pobres, creyentes y no creyentes, de un color y otro diferente, quedamos aislados. Por lo tanto, el dinero no es algo que te vaya a salvar de la pandemia. Si te contagias, aunque tengas todo el dinero del mundo, pasarás lo mismo que aquel, que, siendo pobre, se contagió.
Hay quienes dicen que han aprendido a conocerse un poco más, de amarse a sí mismos. Pero eso les sucede a quienes están dispuestos a escuchar y a aprender. Porque hay personas que sólo ven el lado negativo de las cosas.
Todo esto viene a comentario porque acabo de participar en un proceso de mediación entre dos familiares que venían arrastrando por muchos años viejos pleitos y rencillas derivados de la mala convivencia que como vecinas tenían. Trataré de contar una historia larga en breves palabras: Un hombre y una mujer, ambos hermanos, compraron un terreno hace muchísimos años. Allí cada uno de ellos construyó su casa. Convivieron muy felices siempre. Como todas las familias deberían vivir. Las hijas de ambas familias crecieron y les heredaron a ellas sus propiedades. Pero por alguna razón, nadie sabe cómo empiezan las rencillas y los egoísmos, comenzaron las desavenencias y los desacuerdos entre las hijas. Y a partir de ahí, se dieron quejas y peleas por la propiedad. Las hijas ahora son adultas y también ya tienen hijas e hijos. ¿Seguirían dejándoles esa herencia de odio a sus vástagos?
La violencia ya era insoportable, de repente, y de acuerdo a la cultura que tenemos, estaban a punto de comenzar las demandas y denuncias porque todo se estaba volviendo insoportable. No se podían ver. Se odiaban. La violencia, además de verbal, un día iba a desembocar en violencia física.
Afortunadamente, una de ellas me contactó. Hablamos de la pertinencia de buscar la mediación como un medio pacífico, voluntario y autocompositivo de solucionar sus conflictos, y se decidieron las dos a participar. Y a contrario sensu de lo que pensé, imaginé que nos tomaría más tiempo. El problema se solucionó en dos sesiones. Sólo eso bastó para que ellas se pusieran de acuerdo y establecieran las reglas para poder solucionar esos problemas añejos que ya no las dejaban vivir.
En esas dos sesiones salieron muchas cosas negativas a flote, pero también recordaron cuánto se querían y lo que habían vivido cuando eran más jóvenes, los momentos en que juntas se apoyaron en los problemas de la vida. Poco a poco fue regresando el amor y la concordia.
Tantos años de malos entendidos, en los que pensaron que nunca se solucionaría su problema enraizado en el odio, se terminó en dos reuniones. Dos sesiones de mediación en las que se dieron cuenta que todo es posible, porque sólo el amor alumbra lo que perdura. Sólo el amor convierte en milagro el barro, dice Silvio Rodríguez.
Ahora lo que queda es recoger los pedazos y armar nuevamente el rompecabezas. Hacer como hacen en ese antiguo arte japonés llamado Kintsugi o Kintsukuroi en el que cuando se rompe una pieza valiosa, unen las fracturas con barniz o resina espolvoreada con oro. Este antiguo arte oriental, manifiesta que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y que se deben mostrar en lugar de ocultarse porque las cicatrices embellecen el objeto. O como decía Rumi, antiguo poeta persa: la cicatriz es el lugar por donde entra la luz.
La mediación familiar vuelve a unir lazos rotos, y entre otras bondades, se pueden mencionar las siguientes: se llega a la conclusión de que es mejor normalizar, dignificar y preservar las relaciones parentales y familiares para desarrollarse de una manera adecuada; la adaptación de las soluciones que entre las partes deseen establecer por las circunstancias de diversos tipos que puedan existir entre las partes en conflicto; favorece la autodeterminación, el compromiso y la conciencia de las partes implicadas, y, como ellos mismos establecen los acuerdos, el cumplimiento de lo acordado será más fácil realizarlo. No es igual que un tercero llamado juez diga quién gana y quién pierde, y quién tiene que cumplir qué, cómo y cuándo. McGillicuddy (1996) establece que; "la percepción de que el resultado es justo globalmente, y la satisfacción con la mediación, son buenos predictores del mantenimiento de los acuerdos a lo largo del tiempo".
Me siento satisfecho con el resultado obtenido en este conflicto mencionado porque eso nos acerca un poco más a la cultura de la paz que tanto necesitamos.
Por último, les hago una atenta invitación a un evento virtual que estamos organizando en el marco del día internacional de la paz. A partir de este sábado 19 de septiembre a las 12:00 hrs. Llevaremos a ustedes una serie de conferencias de nivel internacional con el tema de la paz. Más informes en: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.