"Tan solo por la educación puede el hombre
llegar a ser hombre. El hombre no es más que
lo que la educación hace de él.”
Emmanuel Kant
Ha sido una constante de mi vida tratar de ser un buen maestro. Creo que lo he sido, pero también sé, que seguramente, he fallado en muchas ocasiones. Sin embargo, en los casos de éxito, el hecho de recibir mensajes, llamadas y comentarios de personas que en algún momento fueron mis estudiantes, me hace sentir que, por lo menos, a ellos les sirvió algo de lo que aprendimos en clase. Y no hablo solamente de la materia o materias que estudiaron conmigo, también hablo de las lecciones de vida que aprendimos juntos.
Siempre les he dicho a mis estudiantes que me gustaría saber de ellos dentro de cinco o diez años y saber que están logrando sus objetivos. Y, sobre todo, les digo que busquen la oportunidad de salir del país para tener un mejor panorama de lo que tenemos. En el caso universitario, les digo que la UAEM tiene programas muy interesantes de movilidad y que lo único que tienen que hacer es conservar un promedio de 8.5, y, terminando el sexto semestre pueden solicitar una beca a otro país por un semestre. Muchos de mis estudiantes lo han hecho, y al regresar, tienen un panorama más amplio porque pueden comparar el estilo de vida, las costumbres, los valores, la tecnología, la forma de educar, la visión a futuro, los sentimientos y otras tantas cosas, con todo lo nuestro.
Así, he recibido mensajes de ex estudiantes míos que residen o residieron en países como Canadá, Suiza, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Japón, Corea del Sur y otros lugares. Compartimos experiencias, comentarios, nostalgia, temas de seguridad social, comida y muchas cosas más. Veo a mis estudiantes como una extensión mía. Vivo lo que ellos están viviendo, seguramente porque en una época de mi vida también lo viví.
Pero hay algo que todavía me preocupa y que me gustaría saber si ustedes, mis lectores, están de acuerdo en que tenemos algo qué hacer.
Desde que regresé de mis viajes como estudiante, me di cuenta que deberíamos tener una agrupación formal, una asociación tal vez, que reúna a los estudiantes morelenses que han regresado del extranjero, así como aquellos que todavía se encuentran en otros países, con el fin de darles acompañamiento, pues el cambio y la adaptación a un país extranjero no es fácil. Hay un shock cultural muy fuerte que puede causar estragos en estudiantes que no están preparados emocionalmente. Y al regresar al país es lo mismo. Readaptarse al regreso también es muy difícil porque para el que se queda todo sigue igual. Pero para el que se va le suceden una serie de cambios por todo lo que tiene que vivir. Y es ahí donde uno compara todo lo de su propio país con el país que visita. Y ese hecho es muy profundo, tanto que produce sentimientos encontrados. Y a veces, de rechazo.
He tratado de dar acompañamiento a mis ex estudiantes que han atravesado por estos trances difíciles, y eso me ha reconfortado. Pero este tema también me lleva a otro, que al final tiene que ver con la función del educador, del maestro, del guía.
Es mi muy particular opinión, un maestro o maestra no es la persona que sólo imparte su materia en una institución educativa. Un verdadero educador debe tocar el alma de sus estudiantes y ser inspiración para su futuro. Considero que un maestro tiene un poder muy grande y muchas veces más profundo que los padres de familia, para construir (o destruir) la personalidad de un pequeñito.
Ese fue mi caso. Hoy, a mis cuarenta y veinte, recuerdo la huella imborrable que dejaron en mi corazón infantil los siguientes maestros y maestras: La maestra Ofelia de primer año de primaria me regaló la empatía y el interés que un docente debe tener por sus estudiantes; el maestro Esteban, de primero de secundaria, me regaló la magia de la imaginación. Cuando daba su clase, él lo hacía de una manera increíble. Podía ver en mi mente cada tema que explicaba, de tal suerte que su clase se convertía en gran imaginería; la maestra Emma, de primero de secundaria, me dio el amor por nuestro idioma y nuestra literatura, tanto, que gran parte de mi vida la dediqué a llevar nuestro idioma, cultura y costumbres a estudiantes extranjeros y mexicanos; y, por último, pero no por eso menos importante, mi maestro de ciencias sociales de secundaria, Efraín Islas, quien siempre me motivaba para lograr mis sueños, sueños que fui logrando con el tiempo y de los cuales él siempre se sintió orgulloso y cada vez que regresaba de mis estudios en otros países, él siempre estaba listo para invitarme y llevarme con otros maestros para que les platicara mis experiencias.
Todos ellos me regalaron el verdadero significado de lo que es la educación y valores que a la postre se encarnaron, válgame la expresión, en mi espíritu y en mi corazón.
Gracias a todos ellos y a otros más, que, en el transcurso de mi vida, han sido motivo de inspiración y de ejemplo para llevar una vida más digna.
¡Feliz día del maestro y de la maestra!
¡Un millón de gracias por todo lo que me regalaron!
- D. ¿Y si vamos organizando un grupo o asociación para dar seguimiento al futuro de nuestros peques? No solamente los estudiantes que se van al extranjero lo necesitan. También los que se quedan encuentran disyuntivas para enfrentarse a la vida.