"El sentido del humor consiste en
saber reírse de las propias desgracias.”
Alfredo Landa
La primera vez que vi al gran actor Alfredo Landa fue en 1985, en la película de Mario Camus “los santos inocentes”, obra basada en el libro del mismo nombre cuyo autor es Miguel Delibes, y a quien tuve la fortuna de conocer en Madrid en el II Congreso Internacional de la Lengua, celebrado en Valladolid, España en el año 2001. Me refiero a Delibes. No a Landa. Me hubiera gustado tanto haberlo conocido…
Recomiendo ampliamente tanto el libro como la película. Es un drama impresionante sobre la vida rural y los caciques de la España de los años 60. Yo no sabía que Alfredo Landa fue, desde el inicio de su carrera, uno de los actores españoles más conocidos por su veta de comediante. Y además dio lugar a un género llamado “landismo”. Y como el tema de hoy se refiere a eso que llamamos humor, me pareció pertinente una de sus trases célebres que hoy nos acompaña en el epígrafe de este artículo.
En el prólogo del libro “resiliencia y humor”, Stefan Vanistendael, afirma que el humor es a menudo como un rayo que ilumina bruscamente un paisaje oscurecido por nubarrones. En situaciones difíciles el humor nos permite -inesperadamente-, ver algo más que oscuridad; atrae nuestra atención sobre aspectos positivos, pero olvidados o desatendidos hasta el momento.
En otros de mis artículos he dado definiciones de la palabra resiliencia, que, de manera resumida, podríamos decir que es la capacidad de crecer al enfrentarnos a circunstancias muy difíciles. Y se lleva muy bien con la palabra “humor” porque ésta tiene que ver con la capacidad de sonreír al enfrentarnos a una adversidad. Es un deber sonreír cuando la vida no nos sonríe, dice Vanistendael.
En el mundo, en todas las cosas que vivimos siempre encontraremos adversidades, y el humor, en contraposición con el enojo y la frustración, nos brinda una oportunidad de sonreír y ver el otro lado de la moneda de una manera más creativa y divertida.
El humor debe ser casi como una forma de vivir. Verlo todo con un poco, o un mucho de humor, nos hace tener una perspectiva diferente sobre todas las cosas de la vida a las que nos enfrentamos.
La mejor historia, aunque hay muchísimas, que me viene a la mente en este momento para poner como ejemplo es la infancia del actor y comediante Jim Carrey. Él tuvo una infancia muy traumática. Su familia era de bajos recursos y tenía una madre hipocondríaca. Él mismo dice que se hizo comediante para hacerla reír. Cuando su padre se quedó sin trabajo toda la familia tuvo que vivir por un buen tiempo en una camioneta y todos trabajaban por la noche haciendo la limpieza en una fábrica de neumáticos. Además, tenía un abuelo alcohólico que jamás mostraba sus sentimientos. Nunca terminó la escuela. A los quince años se empleó como conserje pues tenía que trabajar tiempo completo para ayudar a su familia.
Justamente a esa edad ya hacía más de ochenta imitaciones. Y lo que comenzó como una forma de ahuyentar y soslayar sus problemas se fue convirtiendo en su carrera, y a los diecinueve fue descubierto por otro comediante, Roger Dangerfield, quien lo invitó a
Las Vegas, donde tuvo muchísimo éxito y desde donde se catapultó como uno de los comediantes más populares de la televisión de su país.
El humor es un gran remedio para las desgracias. Reírse de uno mismo es muy valioso porque no te tomas las cosas tan a pecho. Yo aprendí a reírme de mí mismo desde muy pequeño. En lugar de ver las desgracias como tales, me imaginaba un mundo diferente y maravilloso. En lugar de lamentarme por las desgracias, me imaginaba que un día podría viajar, tener experiencias maravillosas, escribir, como ahora lo hago, y compartir todas las experiencias posibles con quisiera escuchar.
Pero no hay que confundirnos. Hay diversas formas de humor. Aquí hablo del humor positivo y no de aquel humor que hacen algunas personas al burlarse de los defectos de los demás. Es como el caso del enfermo y el médico. La iniciativa tiene que surgir, en principio, de la persona en la posición más débil. Primero el enfermo. Y obviamente el segundo tiene que estar en la mejor disposición para aceptar el humor.
Para finalizar este artículo, sólo diré que el humor no hará que los problemas desaparezcan, pero te dará la oportunidad de verlos desde otras perspectivas, como dije antes más divertida y más creativa.
Dos estudiosos de este tema, Szafran y Thanassekos en algunas entrevistas que hicieron a antiguos prisioneros de campos de concentración nos dicen: sí nos llamó la atención el sentido del humor de las personas entrevistadas, y sí algunos de ellos nos dijeron que incluso en Auschwitz-Birkenau el humor tenía su lugar, pero eso no ha impedido que todos sigan obsesionados por el recuerdo de los desaparecidos.
Y no me puedo retirar así nomás sin hacer la propuesta de crear, a la brevedad, la Asociación Universitaria Mexicana para el Desarrollo de Investigaciones sobre la Comicidad, la Risa y el Humor. Ya nos hace falta tomar en serio el tema del humor.
No. No es broma, aunque seguramente sonreíste. Esta institución existe en Francia desde 1987. Te dejo su sitio web por si te interesa más este tema: http://www.humoresques.fr/index.php?option=com_content&view=category&layout=blog&id=46&Itemid=56
Sonríe siempre que me encuentres porque me es difícil tomar en serio a alguien que no tiene sentido del humor.