"Aquellos que son más felices
son los que hacen más por otros".
Booker T. Washington
Las sociedades y organizaciones de voluntariado, así como la iglesia, entienden la solidaridad como sinónimo de igualdad, fraternidad, ayuda mutua, en un todo unido a los conceptos de responsabilidad, generosidad, desprendimiento, cooperación y participación. De hecho, considero que una persona empática, es decir, la persona que se pone en los zapatos del otro, lleva junto con pegado, como dicen en el pueblo de mi padre, la solidaridad. Y desgraciadamente, por los tiempos que nos ha tocado vivir, la violencia, la corrupción y el individualismo, entre otras cosas, mucha gente ya no se solidariza porque le puede ir peor si trata de ayudar.
Pero esta no es una excepción de los tiempos que vivimos. Es más fácil no meterse en los problemas de los demás. Así uno se evita la pena de la decepción.
Sin embargo, cuando puedas ayudar hazlo. Sólo mide los riesgos. Nunca cargues las cargas de los demás. No conviertas las cargas de otros en tus cargas. No podemos ayudar a quien no quiere ser ayudado.
Estas son las lecciones que nos da la convivencia rutinaria en las comunidades. Y eso se debe a que no entendemos claramente que es la solidaridad, porque no ha sido parte de nuestra educación. Y si hablamos de educación en valores, mucho menos conocimiento tenemos.
La solidaridad es uno de los pilares fundamentales para construir una sociedad más justa y equitativa. En el contexto de la educación, promover este valor no solo forma ciudadanos conscientes de las necesidades de los demás, sino que también fomenta comunidades escolares más unidas y colaborativas. Cuando educamos con valores, creamos entornos donde el respeto, la empatía y la ayuda mutua se convierten en herramientas para el desarrollo personal y colectivo. Hay que recordar que somos seres gregarios. Y, por tanto, nos necesitamos mutuamente.
Enseñar solidaridad desde temprana edad ayuda a los niños a reconocer la importancia de actuar en beneficio de los demás, incluso cuando no existe un beneficio personal inmediato. Además, la solidaridad fortalece su sentido de pertenencia y les enseña que sus acciones tienen un impacto directo en su entorno. La solidaridad, cuando se inculca como un hábito, prepara a los jóvenes para enfrentar los retos del mundo con una perspectiva altruista y responsable.
Decía Alejandro Magno que “tras la conducta de cada uno depende el destino de todos”.
Por estas razones expuestas es de fundamental importancia que desde pequeños se inculquen en los niños estos valores de los que hemos estado hablando en estos artículos. Y esa tarea no se la podemos dejar solamente a los padres, porque la gran mayoría o ha carecido de este valor o no saben cómo aplicarlo o les enseñaron de manera consciente o inconsciente a no ver por los demás. Por ello, se deben implementar políticas públicas que conlleven a estas nuevas generaciones a mejor puerto. No permitamos que las cosas malas, el individualismo y la falta de valores, que se dice ahora prevalecen, sigan creciendo.
La solidaridad, si lo analizamos en momentos de desgracia, sí existe en nuestras comunidades. Ha quedado demostrado en muchos momentos. Por ejemplo: En situaciones de emergencia como los desastres naturales que hemos padecido. En los sismos de 1985 y 2017, la gente removió escombros, improvisó camillas y transportes para llevar a los heridos a los hospitales; los pueblos originarios han resistido por cientos de años gracias a su solidaridad y apoyo mutuo. Y, por último, en la Encuesta Nacional de Cultura Cívica (ENCUCI) 2020, se encontró que el 82% de los mexicanos de 15 años o más ha realizado alguna vez una acción solidaria.
La solidaridad no solo transforma relaciones, sino que también construye puentes hacia un mundo más humano. En la educación con valores, este principio actúa como una herramienta poderosa para inspirar cambios significativos en la vida de los estudiantes y en su entorno. Eduquemos con el ejemplo y mostremos que, a través de la solidaridad, podemos lograr cosas extraordinarias. Todo, para construir una cultura de paz para el buen vivir.