"Celebra los finales, porque
son el preludio de los nuevos comienzos".
Anónimo
Estamos a un día de finalizar este año. Y como siempre me sucede, supongo que a ustedes también, hay muchas reflexiones y recuerdos de otros tiempos que se agolpan en la mente, en el corazón, en el cerebro.
Este año, específicamente, se fueron de este mundo varios amigos y amigas. Y lo curioso, podría llamarlo de otra manera, se fueron justamente el día de navidad. Algunos un día antes y otros al día siguiente. Fue fuerte el impacto a mi corazón, sobre todo porque son fechas significativas. Fechas de término de un ciclo y comienzo de uno nuevo. Para mí, esto confirma que todos somos frágiles. Tenemos una fecha de llegada a este mundo, pero la fecha de partida, sólo el gran arquitecto de la vida lo sabe. Puesto que, a nosotros, simples mortales, no nos es dado saber dicha información. Si la supiéramos, tal vez nos convertiríamos en mejores personas. Tal vez pediríamos perdón por lo que hicimos, tal vez haríamos las paces con la gente que queremos y con quienes tuvimos alguna diferencia. Nada es perfecto en la vida. Pero si realmente alguien nos importa insistamos en estar bien. La soberbia nos empobrece.
Cada año que pasa es diferente. Cuando era niño festejé en familia, con mis padres y familiares, con amigos del barrio. Cuando me independicé, celebraba, en otro espacio y tiempo, con amigos, amigas y los amores de esos tiempos. Hablábamos del futuro que nos esperaba y nuestras expectativas. Al paso del tiempo, con la familia propia, celebrábamos con mis hijos. Todo lo hacíamos por ellos. Los regalos de Navidad, los villancicos y canciones, todo el santo día, hacían más emotivo el momento. Y así celebrábamos el día de Reyes con la tradicional rosca y los regalos de los hijos. Todo era felicidad y ganas de comenzar el nuevo ciclo con más ahínco, con más ganas, con más amor por ti y por el mundo.
Y al paso del tiempo, cuando se fueron los hijos, llegaron otros sentimientos. Algunos de soledad y abandono, otros de cuestionamiento sobre la vida, y otros más de búsqueda de respuestas y propósitos. Yo prefiero verlos de motivación y nuevas expectativas, aunque sienta los ya mencionados, puesto que sabemos que los hijos son prestados. Sólo que a veces no nos damos cuenta, y cuando llega la hora de la separación, llega el síndrome del nido vacío y se nos llena el corazón, válgame la expresión contradictoria, de vacío, soledad y nostalgia.
Hay quienes dicen que “el propósito del Año Nuevo no es disponer de un año nuevo. Es afrontarlo con un alma nueva”. Y, por ello, debemos aceptar todo lo que la vida pone a nuestro alcance.
Recordemos que el inicio de un nuevo año siempre ha sido un momento cargado de simbolismo, renovación y esperanza. Desde tiempos muy antiguos, las diferentes culturas han otorgado un significado profundo al cambio de ciclo, reconociendo la oportunidad de comenzar de nuevo, reflexionar sobre el pasado y proyectar un futuro mejor.
Muchas civilizaciones celebraban el comienzo del año con rituales cargados de espiritualidad y significado. Los babilonios, hace más de 4,000 años, celebraban el festival de Akitu, que marcaba el inicio de su año en primavera. Durante este festival, agradecían a los dioses por las cosechas pasadas y renovaban sus compromisos con ellos, simbolizando un pacto de renovación y esperanza.
Los romanos, dedicaron el mes de enero al dios Jano, de quien deriva el nombre del mes de enero. Jano, representado con dos rostros, miraba simultáneamente al pasado y al futuro, encarnando la transición entre lo que fue y lo que será. Para los romanos, el inicio del año era un momento para dejar atrás las viejas disputas y reconciliarse con amigos y familiares. Lo que significa que es parte de la naturaleza humana detenerse para reflexionar los logros realizado, lo que faltó, lo que debo cambiar y lo que estoy dispuesto a hacer por el porvenir.
Séneca, el estoico romano, hablaba de la importancia de renovar el espíritu y dejar atrás las preocupaciones del pasado. “Cada día es una vida nueva”, decía, subrayando que el tiempo es un recurso valioso que no debe ser desperdiciado.
Platón sugería que los ciclos naturales, como el de los años, eran oportunidades para alinearnos con la armonía universal. Para él, cada nuevo año era una invitación a la reflexión y al perfeccionamiento personal, un momento para realinear nuestras metas con los ideales de justicia y bondad.
Yo, en la víspera de este año nuevo, y para cambiar las formas en que he despedido otros años, realizaré un viejo ritual antiguo. Escribiré mis miedos y arrepentimientos en un papel y los echaré al fuego para dejar atrás las cargas del pasado. Y espero que, al dormir, se me aparezca en sueños aquella viejecita sabia de esta historia (que, en mi caso, quisiera que fuera mi madre) y me diga: recuerda, hijo: “el año nuevo no solo borra el pasado; también trae la promesa de que puedes ser quien desees ser. Escribe tu futuro con valentía”.
¡Qué este nuevo ciclo sea una hoja en blanco donde escribamos con pasión nuestras mejores historias!
Te deseo lo mejor para este 2025.
¡A vivir!