Las fugas de gasolina derivados del robo del hidrocarburo son un peligro ya demostrado plenamente, porque además del enorme riesgo de incendio han contaminado los mantos freáticos, lo que dejó sin agua a decenas de miles de personas y obligó a un elevado gasto para reabastecer el servicio.
El alto costo de los combustibles y la falta de escrúpulos de las personas que compran el hidrocarburo robado porque se ahorran algunos pesos por cada litro mantienen vivo ese mortal mercado.
Si nadie comprara gasolina robada se acabaría la extracción de combustible, pero en los hechos no se puede aplicar una fórmula tan sencilla, ya que lo impiden las altas ganancias de los delincuentes y el egoísmo de su clientela.
Mientras, los daños causados por esa práctica simplemente crecen.