El programa para verificar de manera aleatoria que los conductores de todas las modalidades del transporte público no ingieran alcohol es un avance en favor de la seguridad de los pasajeros.
Desafortunadamente, y por las causas más diversas, hay un porcentaje indefinido de operadores adictos a las bebidas embriagantes que beben a todas horas y ponen en riesgo la vida de los pasajeros.
Esto puede poner un límite a esa práctica y obligar a los conductores a asumir un mejor comportamiento con los usuarios.
Por supuesto, no todos los males del transporte público vienen de los choferes, ya que estos a su vez son víctimas de sus patrones, que -por ejemplo- ponen sobre ellos la carga de asumir el costo de los descuentos a los pasajeros mayores de sesenta años, lo que es a todas luces una injusticia.